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INTRUSO DEL NORTE ·
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INTRUSO DEL NORTE ·
Es de justicia poner en valor al Balneario y a sus atardeceresEs nuestra pequeña Habana. No hay lugar más caribeño en toda Málaga, y por eso sus atardeceres han sido reconocidos por los cineastas que por ... ahí pasaron. Y por los políticos del pluripartidismo, y por las niñas guapas para el rollo ese del Instagram. O por mi amigo Teorías para identificar un día de claridad absoluta, a la hora del crepúsculo, los picos más altos del Rift. La cuestión es que a los Baños del Carmen los van a honrar con la concesión de Bien de Interés Cultural, que es lo mismo que decirle a los rancios que la ciudad sabe respetar sus símbolos y tirar hacia lo alto. Que sabemos de dónde venimos y a dónde vamos.
Cualquier excusa es buena para sacar el Balne, pero es que es ese trocito de cielo y de mar donde uno ha sido feliz. Ese paraíso perdido del que nos acordamos desde una oficina con cristales desde la que el mar no se ve, como cantara Marisol.
El Balneario guarda las historias de todos nosotros; desde el beso inaugural al Lymonium Malacitano(?) todo es una sucesión de recuerdos agolpado que andan ahí: en la enhiesta decadencia del Balneario con sus jaulas de monos, con su fauna humana, con sus 'jippys ricos' y con los nuevos limonettis, que se postran ante el Dios Sol con gafas de diseño y unas zapas sin calcetines..
El Balneario ha sido la asignatura pendiente en tanto que Málaga Este -la Niza de España- es la asignatura pendiente para una ciudad que quiere ser capital mundial del Sur del Mediterráneo. Allí el salitre acecha con la misma fiereza que Neptuno cuando le da por mandarnos un vendaval e ir hundiendo la cosa.
Y luego el roqueo que los que hemos buceado los contornos vemos por allí. Con sus pulpos y sus animales subacuáticos que entonces, en la adolescencia de buceadores, no supimos poner nombre. Y es que el Balneario es el trozo de la urbe por donde Málaga respira; desde donde se ve guapa a sí misma y desde donde, entre brumas marineras, se yergue la Torre de la Catedral y esa declaración de intenciones puesta en el muro y la cal: «Fuiste y serás mi más perfecta casualidad».
Todo malagueño tiene un Balneario propio; el del día que desfilaron estrellas del cuché o cuando los políticos hicieron campaña con un fondo marino que ya le hubiera gustado a Valéry.
En el fondo, esta figura de protección del Bien de Interés Cultural no hace más que ponerle prosa burocrática a algo que los malagueños llevaban largo tiempo anhelando; que el mundo avanzara pero que se detuviera con matices en ese rincón arrancado al monte que tan bien conoce Ignacio Lillo.
Es de justicia poner en valor al Balneario y a sus atardeceres. Durante los meses de la pandemia nos faltaron y, por eso, pensamos como pensamos.
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