Calle Larios siempre sorprende. Es verdad que las multitudes recientes, tristes, no eran las de otros años, pero seguían siendo multitudes. Y que las Led ... iluminadas bajo el toque de queda le ponían a nuestra calle más señorial no sé qué de funeral encendido. La calle Larios se ha visto con ese granizo que parecía nieve y con los arcos iluminados: como un gótico al aire libre con el que vamos poniendo en sordina al alcalde de Vigo, otro que tal.

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En Larios, si uno echa atrás la mirada, se ve con su padre de la mano, tomando chocolate caliente un Jueves Santo de esos que eran fríos. Después las academias, en pisos altos, donde ni siquiera nos dieron el B-1 de inglés.

Luego la calle llena de los mismos, del romaní que quiso vender la Catedral a unos americanos en una escena envuelta ya en la leyenda. Y sus colas, y el recuerdo de la voz de las almendras, y las portadas periodísticas de la Constitución que ahí quedan para el recuerdo de lo que pudimos ser, fuimos, y ya no quieren que seamos.

Larios es el gran espectáculo del mundo cerca, antes del callejeo o, precisamente, volviendo de él. Yo veía el anuncio de Philips y creía que andaba en Nueva York, o al menos lo más cerca de Nueva York que se puede. Decían y creo que fue Ehrenburg quien afirmó que la Gran Vía era Nueva York. Y a mí me ha pasado eso con Larios. No ha sido mi calle más transitada, pero siempre había algo nuevo que la cabeza caliente y el plano abierto de las procesiones no consagraba.

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Ahora hay polémica por lo del twerking céntrico, y yo no lo veo ni bien ni mal. Hay sitio para agitar la pelvis y los niños deben acostumbrarse a que los pajes reales ya no llevan barba dejada ni túnica con lamparones de muchas navidades.

Con el bailecito hemos sido portada, abierto telediarios, y todo el mundo ha vuelto a poner a Larios en el centro: como una vía señorial y divertida por donde pasó el 15-M (de aquella manera) y donde va extendiéndose una modalidad de baile agotador que tonifica los glúteos en tiempo frío.

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Sucede que al cronista urbano ya nada le sorprende. Que Larios se ha visto vacía cuando el confinamiento, que incluso la fauna avícola se extrañaba de ese silencio. Que bailen twerking o chotis o la Jota de la Dolores está bien: ambientillo en la ciudad sin esquinas...

La ciudad que somos se va haciendo así: solapando verdiales y esto del twerking, que dicen que es un fitness más agresivo y que congrega a los mirones/moscones: ésos que han estado tres meses encerrados en casa viendo los grandes éxitos de Gracita Morales. Con el alma mutilada y ganas de música.

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En el twerking, como en todo, comedimiento y empatía.

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