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El terrible terremoto de Marruecos casi no deja lugar para otra cosa. La inmensa cantidad de fallecidos sólo puede movernos a la cercanía de su dolor y un impactante escalofrío por las familias que atraviesan tan duros momentos de imposible consuelo. Qué escasas y qué ... vanas se leen o suenan estas palabras frente a un drama tan grande e inesperado, como irreparable. La ayuda internacional, empezando por España, llega y llegará tan grande como se puede imaginar, pero nunca podrá servir de ánimo ni compensación suficientes para los que han perdido la vida, ni a los heridos y familiares, aparte de los destrozos materiales. Es obligado poner sobre la mesa toda la solidaridad y cooperación para atenuar tan nefastas consecuencias en la mayor proporción posible. Habrá un mañana mejor, el ser humano tiene esas capacidades, para reconstruir, volver a sonreír y hasta para olvidar, pero son días de luto y llanto, de esas lágrimas que secan el ánimo y oscurecen el horizonte de forma tremenda.
En estas trazas de inevitable conmoción, la importancia de nuestra doméstica encrucijada queda muy empequeñecida. No obstante, hemos de pensar que no sólo la vida sigue, sino que la justicia surgió en la humanidad como magnitud también para paliar daños en situaciones como la de Marruecos y, en general, para favorecer la convivencia y traer bienestar a todas las personas. Todo ello desde la débil e imperfecta capacidad de los gobernantes, humanos como son. El confeso propósito de los voceros de Sánchez de negociar y pactar con Puigdemont, allanándose con éste en una anecdótica mayor o menor medida, está haciendo hablar hasta las piedras. En la inmensa bronca nacional mucho se oye de la cantada inconstitucionalidad de una amnistía. Pero ya no sólo cabe preguntarse si se puede o se debe romper con nuestra Constitución, hay algo más elemental, ¿es justa una ley de amnistía? ¿es justo el olvido y la supresión de las responsabilidades penales de unos y no de otros? Es dudoso que las instituciones españolas mantengan su carácter y autoridad si según quién y qué puede ser exonerado del cumplimiento de las leyes democráticas. En este caso la excepción no confirma la regla, la excepción colectiva y dirigida haría saltar por los aires la confianza en el sistema, digan lo que digan y por bellamente que lo expresen.
Ya no basta quejarse por las mentiras o por los «cambios de opinión», no basta reprochar incumplimientos o la apostasía de según qué compromisos, no. Ahora es necesario tomografiar los entresijos de unas decisiones sólo inspiradas en la propia conveniencia. Merece la pena reflexionar sobre hacia dónde nos dirigen los que todo lo fían a su continuidad, carrera y éxito. Las llamadas a capítulo de Felipe González, Guerra, Leguina, Almunia, Cosculluela, Bofill, Nicolás Redondo, Garrido, Belloch, Rodríguez de la Borbolla, Page, Lambán... Una larga lista de históricos socialistas que se va a ir incrementando.
Dicen que la justicia tiene un color azul claro... La justicia es instrumento esencial para ayudar a Marruecos en estos tristísimos momentos. La justicia es la convivencia, el respeto, la democracia y el futuro. Una ley de amnistía y legalizar a los golpistas no es justicia.
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