La autoridad competente

La hija de Ariadna Artiles va a la guardería cuando quiere. No sabía quién era la modelo Ariadna Artiles pero me ha llamado la atención que tanto su nombre como su apellido comiencen por 'ar', voz militar de mando, y que sin embargo traslade la autoridad sobre su hija a la misma hija, imagino que muy pequeña pues una hija grande no suele ir a la guardería, sobre todo si puede elegir ir o no ir, que como saben es un dilema. Hace años ser o no ser era una cuestión pero ahora es un dilema, igual que la historia kafkiana del hombre que se despierta convertido en escarabajo era una metamorfosis y ahora es una transformación. Estos cambios son buenos porque permiten hablar de literatura buena, como esta bonita excusa de que se celebre en Málaga el Congreso Nacional de Libreros donde no sé cómo se habrán saludado los participantes, si chocando los pies o inclinando la cabeza. En este congreso se ha presentado una herramienta muy potente: todostuslibros.com adonde irá a parar una parte de mis ahorros. Pero hablábamos de la autoridad. El alcalde de Málaga ha impuesto el saludo japonés, el de la inclinación de la cabeza, que me parece elegante, justo y discreto, una buena idea, igual que el primer ministro británico de nombre ruso, Boris Johnson, quiere imponer el lavado de manos durante el tiempo que se tarda en cantar «Happy Birthday» dos veces. En lo que dura esa canción cansina el alcalde de Málaga no es que haya tenido tiempo de lavarse las manos sino de ducharse dos veces y contar todavía con cuatro segundos extras.

En China están saludándose con los pies y el líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-un le ha escrito una carta a Chung Sye-kyun, primer ministro de Corea del Sur, para solidarizarse con él tras las muertes por eso mismo. Seguro que se acuerdan de las cartas. Todo más o menos bien hasta que uno doblaba la hoja, la introducía en el sobre y daba un lengüetazo al sello y otro a la solapa para cerrarlo. Hombre de Dios, llámalo por teléfono, que seguro que tienes tarifa plana, y si no llama a cobro revertido que a ti te aceptan la llamada, con esos pelos. ¿No temíais hace treinta años cuando en un viaje llamabais a casa a cobro revertido que rechazasen la llamada? Mi madre aprovechaba para preguntarme si comía caliente y mi padre me informaba de cómo iba la liga, que iba mal. Ojalá mi madre hubiera sido Ariadna Artiles y me hubiera permitido decidir cuándo ir al colegio. Sin embargo a mí, a pesar de compartir la voz de mando en mi primer apellido, la autoridad me llegaba impuesta, como a Kafka, que tenía padre y muy señor suyo. De los de antes.