Bombardear hospitales con una mano y firmar el cheque para reconstruirlos con la otra distorsiona la percepción de la ayuda humanitaria y afecta a la seguridad de las ONG
ALEX DUNNE
Jueves, 3 de enero 2019, 00:28
Algunos días, mientras me preparo para acudir a mi puesto en Saná, escucho el intenso zumbido de los aviones de combate de la Coalición liderada por Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Mientras me preparo café y organizo la jornada laboral que se avecina, los pilotos están ocupados con su propia rutina matutina: surcan el cielo y, con frecuencia, arrojan bombas que sacuden el suelo bajo mis pies.
Desde la escalada del actual conflicto en 2015, los centros sanitarios apoyados por Médicos Sin Fronteras (MSF) han sido golpeados por ataques aéreos en repetidas ocasiones. Estos bombardeos han tenido consecuencias mortales y han cambiado, para siempre, las vidas de los pacientes, el personal sanitario y las comunidades que dependen de los servicios brindados por estos hospitales.
Nuestro personal no se ha visto libre de detenciones y ataques. Han llegado a colocar un dispositivo explosivo en uno de nuestros hospitales y, en uno de los ataques más atroces, un grupo de hombres armados entró en uno de los centros hospitalarios que apoyábamos y disparó a un paciente que se encontraba en la mesa de operaciones. Milagrosamente sobrevivió.
La situación se ha deteriorado de tal forma que, recientemente, tuvimos que tomar la difícil decisión de cerrar uno de nuestros proyectos en la gobernación de Ad Dhale, en el sur del país, tras sendos ataques a la casa de nuestro personal y a un hospital al que brindábamos apoyo. Lejos de ser excepcionales, estos incidentes ilustran un contexto donde se le niega ayuda vital a las poblaciones más vulnerables de Yemen.
A la par que se producía una escalada del conflicto, aumentábamos nuestra respuesta humanitaria en Yemen. Nuestros equipos han tratado a más de 110.000 pacientes de cólera, han asistido casi 60.000 partos y han atendido a más de 800.000 personas en urgencias. Sin embargo, a pesar del esfuerzo, la brecha médico humanitaria en el país es enorme, incluso en comparación con otros conflictos en los que trabajamos.
El sistema público de salud ha colapsado. Los centros sanitarios públicos tienen un suministro extremadamente restringido de medicamentos y la mayor parte del personal sanitario del sistema público no ha cobrado su salario desde agosto de 2016. Aunque no es fácil comprender la magnitud de la crisis ayuda si imaginas qué pasaría si el sistema público de salud de tu región no pudiera pagar a sus trabajadores desde hace casi tres años. Y la atención médica es solo uno de los servicios esenciales de los que depende la población para sobrevivir y que ha sido deteriorado por el conflicto.
El derrumbe de la atención sanitaria está teniendo un impacto devastador en la salud de los 27 millones de habitantes de Yemen. Esta situación es el resultado de una suma de factores relacionados, directa o indirectamente, con el propio conflicto: el embargo, los ataques contra las instalaciones médicas y una economía que ha sido arrastrada (tanto por fuerzas internas como externas) hacia una caída libre.
Las consecuencias médicas de la guerra de las que somos testigos en nuestros hospitales no son normales, pero resultan relativamente predecibles dado el contexto. Así, observamos un renacimiento de enfermedades mortales que pueden prevenirse y para las que existen vacunas (cólera, sarampión y difteria), una enorme laguna en la atención materna y pediátrica, un hambre extrema, y una necesidad urgente de incrementar las capacidades de atención de heridos de guerra. Todo ello sin considerar siquiera la falta de capacidad para atender enfermedades crónicas que requieren tratamiento como cáncer, diabetes o insuficiencias renales que necesitan diálisis.
Aunque estas consecuencias son comparables a las que presenciamos en otras zonas de conflicto, la escala de su impacto en Yemen se ve agravada por el desprecio de todas las partes en conflicto al Derecho Internacional Humanitario.
A pesar de los años que llevamos pidiendo un incremento masivo de la atención médica independiente en Yemen, no hemos percibido las mejoras necesarias en terreno. Lo que sí vemos es que todas las partes involucradas interponen obstáculos a los actores humanitarios. Así, es habitual que las organizaciones se vean limitadas por obstáculos administrativos al evaluar las ubicaciones de sus proyectos y brindar asistencia en muchas regiones del país. En MSF también nos enfrentamos a estos retos. Los sufrimos en la importación de medicamentos vitales, en la obtención de visados, y en la seguridad de los movimientos de los equipos humanitarios.
Otra dificultad a la que nos enfrentamos en Yemen es que algunas de las principales partes involucradas en el conflicto (Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Estados Unidos y el Reino Unido) son también las principales donantes de asistencia humanitaria a través de Naciones Unidas. Entre los cuatro proporcionaron el 70% de la asistencia en 2018. Bombardear hospitales con una mano y firmar el cheque para reconstruirlos con la otra distorsiona la percepción de la ayuda humanitaria y afecta a la seguridad de las organizaciones independientes que brindan asistencia en Yemen, por mencionar solo dos de las aristas de una cuestión que plantea muchos dilemas.
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