Astoria: derribar también es construir
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Carta del director ·
Los hallazgos arqueológicos de la vieja ciudad romana en el solar del antiguo cine justifican de largo la inversión municipal en la adquisición del sueloHay veces en las que la mejor forma de avanzar es dando un paso atrás, dejando espacio para observar y reflexionar. Sólo así podremos tener perspectiva de nuestros actos y pensamientos. Y creo que en el caso del solar de los antiguos cines Astoria y ... Victoria es lo que se debería hacer: detenerse y pensar para deshacerse así de la presión de tener que hacer algo, porque quizá lo que hay que hacer, aunque suene paradójico, es no hacer nada.
Las excavaciones realizadas en esta parcela han revelado materiales de la época feno-púnica que «no descartan la posible existencia de estructuras correspondientes a ese período», según explica el informe de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Según se recoge en el expediente que publicó en SUR el periodista Jesús Hinojosa, las excavaciones en el Astoria confirman «la complejidad del yacimiento existente al exterior del núcleo originario de la ciudad, cuya magnitud se empieza a vislumbrar», ya que han sacado a la luz tumbas romanas y muros de esa época asociados a lo que pudo ser un camino de salida de la ciudad, dos hornos de la actividad alfarera en la etapa califal, restos de calles y viviendas nazaríes en los que se han identificado tiendas, cocinas y letrinas, numerosos enterramientos asociados a la batalla que se libró para la toma de Málaga por los Reyes Católicos, restos de un mesón en el que la población morisca seguía comerciando con la ya ciudad cristiana, y estructuras del hospital de Santa Ana que se levantó sobre ese mesón «que rememora la encomiable labor asistencial realizada a la sociedad malagueña durante sus cuatro siglos de existencia y contribuyó a configurar la plaza de la Merced y el entorno urbano hasta su demolición a finales del siglo XIX».
No hay que añadir mucho más para calibrar la importancia de estos restos y la oportunidad para completar un privilegiado recorrido arqueológico de la ciudad que permite conocer in situ sus tres mil años de historia. Málaga se enfrenta así a la posibilidad de conectar con su pasado y su historia a través de la conservación y puesta en valor de estos restos. Hay que recibir como una suerte y un privilegio que todo esto haya ocurrido, que por mil razones ninguna de las ideas propuestas lograra salir adelante y que el celo administrativo acabara desembocando en unas excavaciones que nos permiten retrotraernos cientos de años.
El alcalde, Francisco de la Torre, tendría también que sacudirse cualquier tipo de presión: no está obligado a construir sobre estos restos y mucho menos a forzar ideas que difícilmente podrían superar el valor de contemplar y estudiar lo descubierto. El Ayuntamiento pagó en 2010 un total de 21 millones de euros por el solar, con el pago de 10 millones en metálico y el resto compensados con terrenos. Esa cantidad viene a ser la que el Consistorio de la ciudad invierte en dos años en los museos de la ciudad, por ejemplo. Quiero decir con ello que el hecho de que se invirtiera en esa cantidad no supone la obligación de construir por construir. La mejor construcción en este caso es la de haber derribado el edificio.
Es cierto que se podría contemplar una solución arquitectónica a este espacio que permitiera conservar y exponer los hallazgos y, al mismo tiempo, aportar un hito o espacio singular, un símbolo capaz de convivir e integrarse con el entorno. Pero debería ser tan exquisito que uno duda de que se pudiera acertar. Tampoco el insoportable clima de polarización, con grupúsculos de presión dispuestos a imponer su forma de ver el mundo, sedientos de que les den la razón con independencia de que sus propuestas atiendan o no al interés general, allanaría el camino. Lo que no tendría ningún sentido sería inventar por inventar o, válgame Dios, proponer un espacio hostelero o de ocio. Visto lo visto, el corazón y la cabeza piden que el solar se quede como está y que la plaza de la Merced adquiera una nueva dimensión. Porque Málaga parece tener una maldición con las plazas: no termina de encontrar soluciones definitivas para ellas. Las plazas de la Merced y la Marina son dos buenos ejemplos.
Además, este asunto no deja de ser una demostración de que la administración funciona, al tiempo que gana credibilidad, y constata el error que supone aplicar una misma solución a cada dilema urbanístico que se presente. Porque las ciudades están vivas y no pueden gestionarse desde trincheras ideológicas y posiciones inamovibles que colisionan con las necesidades, diversas y particulares, que requiere cada actuación. Porque hay casos en los que resulta recomendable la conservación, como éste, pero otros en los que puede demolerse (La Mundial) o proteger y trasladar lo encontrado (Metro). Ahora lo que haría falta sería sentido común, buen gusto y altura de miras para que la recuperación de este espacio arqueológico sea un ejemplo de integración y de respeto patrimonial que, además, quede a salvo de disputas políticas y sobre todo de posiciones maximalistas y testarudas.
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