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Te preguntarás que por qué arde todo, y yo te diré que todo se ha consentido desde hace mucho tiempo, desde antes de que nacieras y poco después de que Tarradellas bajara del avión. Y me iría más para atrás y te diría que el follón empieza cuando Ortega le responde a Azaña en las Cortes que, con lo de Cataluña, ya no hay más remedio que la conllevancia. Me acuerdo cuando no me besaste en respeto a los «pueblos de España» y que dijiste que en el «derecho a decidir» iba la democracia entera. Ay... Que tú no pasaste por el amor ni por la conllevancia.
Mirarás cómo arde Barcelona, cómo la 'Rosa de Foc' se prende en júas en cada calle, en cada esquina en la que se saquean farmacias y bancos, peluquerías y librerías. Sí, son gamberros que no han llegado a la primera menstruación, pero ahí siguen, confundiendo los términos de la moral, borrachos de queroseno y de venganza contra no se sabe bien qué. Los borrachos de fuego -yo fui pirómano cobarde- se mearán en la cama, y Nerón/Torra quedará fijado para la posteridad como el otro, el padre, en un maletero.
Yo también sé que, mientras Barcelona ardía, los sabios almorzábamos atún y conchas finas en el puestecito del Ignacio en Pedregalejo. Y en el móvil se veía que la maldad ya había entrado en España por su flanco noreste. Bebíamos vino blanco y nos ciscábamos en Torra después de haber hecho lo que ha hecho y seguir en el cargo.
Hay un dolor empático cuando una ciudad con puerto, cuando Barcelona -esa Málaga catalana- vuelve a sumirse en la anarquía. Duelen los adoquines arrancados, los policías inconscientes, el niño del patinete con la bandera constitucional y nos duelen hasta las torres del tempo expiatorio de Gaudí. En el bar-bodega Pepito, en Gran Vista, en el cogollo del Carmelo, van dando el parte de los pirómanos. Dan vino de Gandesa y de Layetana sube un olor malo a goma quemada.
Se ha llegado a un punto de no retorno. Entraron los antisistema en la ecuación y Barcelona claudicó bajo el estado del terror. Hay que imaginarse una Calle Larios ardiendo cada 15 metros para hacerse una idea de lo que allí pasa.
El Estado vive ahora tiempos confusos. A Marlaska la urgencia de la Historia (ojo a la mayúscula) parece no turbarle sus saliditas por un garito que es el 'meeting point' de Chueca.
Ahora dicen que el independentismo viene perdiendo la batalla de la imagen, y eso que en el tsunami han metido Instagrameres, wanabees del femicatalanismo -que diría Marcos Ondarra-, petardos con vocación de misiles tierra-aire y cosas peores.
En una semana, insisto, todos los días han venido siendo históricos. Se ha visto quién no estaba en su sitio, quién falseó y quién cogió el coraje cívico para decir que nunca más. Lo peor será cuando se vuelva a la calma y tipos como Rufián o como Colau, que no lanzaron piedras, se sientan llamados a encabezar la nueva Cataluña. Barcelona arde y yo tengo una diarrea pertinaz por eso de somatizar la Historia. Qué postal más triste me ha salido...
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