Secciones
Servicios
Destacamos
IGNACIO LILLO
Miércoles, 13 de noviembre 2024, 01:00
Si algo positivo ha tenido tanto desastre reciente, el motivado por las lluvias torrenciales, sí, pero también el caos organizativo, es que algo hemos aprendido. ... Hacía muchos años que no sentía tanta presión, tanta demanda de información, tanta conciencia... Por momentos, incluso, se vivió un punto de psicosis, sobre todo de los padres con niños en edad escolar, que tuvieron que esperar hasta últimas horas de la tarde para saber si tenían que llevar a sus hijos a clase hoy. El segundo motivo generalizado de preocupación eran los coches, sobre todo dónde aparcarlos y si era conveniente sacarlos de los garajes. Y la imagen que se produjo de muchos supermercados con los estantes vacíos a última hora también es digna de estudio.
Sí, algo hemos aprendido. No sé cuánto va a durar: supongo que, como en ocasiones anteriores, dará tiempo a asumir un par de decepciones meteorológicas antes de que todo el mundo se olvide otra vez. Pero, con independencia de lo que finalmente ocurra hoy, que estas líneas están escritas a última hora de ayer y todavía no había caído ni una gota, que se hayan activado por fin los resortes ciudadanos de la prevención ya es un gran éxito. Porque se han podido salvar vidas.
Todos sabemos que la meteorología no es una ciencia exacta, pero también les puedo asegurar que los modelos de predicción y las observaciones cada vez son más fiables y aciertan más. Sabiendo esto, y con los terribles precedentes cercanos, no hacer caso a un doble aviso de nivel naranja de Aemet, uno para hoy y otro para mañana, es una temeridad. Se puede acertar de pleno, fallar estrepitosamente o quedar empate, ni fu ni fa.
Pero no tomar en consideración los cálculos de tantos profesionales, que advierten de que se pueden recoger hasta 40 litros por metro cuadrado en una hora, y hasta 150 en todo el día, eso nunca es razonable. Y hasta ahora, más o menos, es lo que se ha venido haciendo. Suerte hemos tenido de que ha habido pocas víctimas en estos años, aunque todavía recuerdo algunos episodios espeluznantes de inundaciones en Campanillas y en El Limonar, y de eso no hace tanto.
Como suele pasar, aquí nos movemos del ninguneo a la obsesión; de pasar de Aemet y de sus avisos, a la paranoia por lo que pueda caer. No se trata de estar calvo ni de llevar tres pelucas, sino de aprender a respetar este tipo de fenómenos, que por desgracia cada vez van a ser más frecuentes y violentos; adaptarnos y convivir con ellos. Como siempre, ha hecho falta una catástrofe para que aprendamos. Espero que no se nos olvide...
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.