Ante todo, España
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Empecemos nosotros por no ponernos en cuestión y hagamos que a nadie se le ocurra hacerlo. Para cualquier duda, de dentro o de fuera, pueden consultar nuestra ConstituciónPor ahora ·
Empecemos nosotros por no ponernos en cuestión y hagamos que a nadie se le ocurra hacerlo. Para cualquier duda, de dentro o de fuera, pueden consultar nuestra ConstituciónDefinitivamente el Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea nos ha dado las fiestas. Aquellos que durante años han dado la matraca con el aforamiento de nuestros senadores, diputados y diputados autonómicos, nos expusieron esta institución jurídica como algo obsoleto e inexistente en nuestro entorno geográfico y político, y zas, toma inmunidad ciega retroactiva y absurda del Parlamento Europeo. Ésta sí que tiene tela. En círculos judiciales y políticos constitucionalistas -esos bichos raros que no quieren cargarse España- no se teme tanto por el caso Junqueras como por el del prófugo y presunto delincuente Puigdemont. Oriol Junqueras está en prisión -muy atenuada y con privilegios, que dicen-, está condenado y no parece probable que el Tribunal Supremo vaya a concederle la libertad, ni provisional ni en forma de permiso temporal. Esperemos. Sin embargo la sentencia de marras sí ha producido ya, parece ser, la acogida a Puigdemont en las oficinas del Parlamento Europeo para acreditarse provisionalmente. Algo realmente grave y claramente alarmante.
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Que un evadido de la justicia sin juzgar, dado que estaba huido, tenga la protección de un tribunal europeo de justicia por haber sido elegido Eurodiputado más de un año después de presuntamente haber delinquido no entra demasiado bien en cabeza alguna. Aún menos con cargos por delitos tan graves contra el Estado. Imaginen si se tratase de un terrorista, un asesino en serie, un violador... Esta situación es de lo más preocupante y pone a prueba nuestra propia vocación europeísta, aunque no tanto como para cuestionarnos la pertenencia, desde luego. Hay que dar respeto para poderlo recibir y aún pesan y mucho las respuestas a las euroórdenes dadas por tribunales belgas y alemanes. Slevig-Holstein es una denominación de un tribunal pueblerino teutón que tuvo la desfachatez de entrar a revisar las decisiones del Tribunal Supremo español y rechazar sus planteamientos. No podíamos esperarlo de Alemania, de Bélgica -ese país que no existe- sí, de Bélgica sin duda que sí.
Y alguien dirá que nada hay en común de los rechazos de estos tribunales con la sentencia del TSJUE sobre la inmunidad de Junqueras, pero son demasiados reveses en estos asuntos de tanta importancia para España. El Gobierno, que es nuestra jefatura ejecutiva visible, debe estar a la altura en la defensa de nuestra nación y de nuestras instituciones, pero la negociación de la ansiada investidura de Sánchez con Esquerra, mucho nos tememos que atenuará cualquier respuesta. La atenuará o la moldeará en pos de intereses muy por debajo de los del Estado. Si así se produce será una indignidad con consecuencias muy inconvenientes de carácter moral y también puramente materiales.
Si Pedro Sánchez, el presidente en funciones, no da la cara en la defensa de los intereses nacionales o no la da enteramente y sin ambages ni trapisondas, aún nos queda el Tribunal Supremo y la propia Fiscalía. Hay cinco días para plantear cuestiones por las partes, después el Tribunal Supremo decidirá. Carles Puigdemont -ese individuo antiespañol que colideró con muchos otros el golpe de estado- deberá venir a España a cumplimentar los trámites elementales de jurar o prometer la Constitución para perfeccionar jurídicamente el acceso a la condición de eurodiputado. No debería consentirse que ninguna oficina parlamentaria suplante a nuestras instituciones ni a nuestras leyes, eso esperamos. Y, una vez en territorio español, está por ver si una orden de detención anterior en el tiempo a su elección y a su supuesta inmunidad sobrevenida tiene prioridad o prevalencia y resulta efectivamente detenido. Tal y como debe ser.
A pocos días de finalizar diciembre, el 19 no para de sorprendernos desagradablemente y va siendo hora de que también tengamos situaciones satisfactorias. Somos una democracia consolidada -como se suele decir-, un estado de derecho, por tanto sometido al imperio de la ley, una nación pujante, el segundo país de mayor índice de longevidad del mundo, el segundo más visitado, el de mayor número de trasplantes y miembro de la Unión Europea y de la Eurozona. Empecemos nosotros por no ponernos en cuestión y hagamos que a nadie se le ocurra hacerlo. Para cualquier duda, tentaciones plurinacionales inexplicables o justificaciones de laxitud en la defensa de la igualdad, la libertad y la ausencia de privilegios, se puede consultar a la Constitución de 1978. Defendamos nuestra dignidad y nuestro rol internacional sin el más mínimo complejo, duda o conveniencia particular y con toda la legitimidad. Esto es España, Feliz Navidad.
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