Andalucía, imagen y aliento
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El perjuicio que conllevan las conductas institucionales de los ERE ilegales será no sólo cuantificable y elevado, sino un auténtico borrón sobre todos los imputs positivos que ilustraban la marca AndalucíaCada día tiene su afán y los logros y victorias del hoy no implican volver a ganar en el mañana. Conformar una imagen es el resultado de una larga y compleja serie de hechos objetivos y subjetivos, internos y externos, merecidos o no, que desembocan en un resultado abstracto dominante que adjetiva una marca, un lugar o una empresa. Nunca la imagen es permanente, pero la ya ampliamente divulgada mantiene sus parámetros con insistencia aún los cambios que se produzcan, por muy cruciales que éstos sean. En nuestra sociedad la imagen pública de personas, instituciones y empresas es uno de los objetos de estudio, aplicación de técnicas y trabajo que más horas, desvelos y esfuerzos generan a nuestro alrededor. No es ningún secreto, pero sí lo son muchas de las nuevas modalidades para mejorar el impacto de los sujetos o cosas que sus responsables quieren hacer brillar. Por muy sofisticadas que puedan ser las explicaciones que puedan darse de estos conceptos, al fin la competencia que entre sí se hacen los semejantes es algo tan natural y antiguo como el agua o el fuego. En nuestros días, mejorar las características de cada cual para poder conseguir ventajas parciales o más que eso causa el desvelo de sus responsables que, además, ponen un especial énfasis en intentar evitar que situaciones inesperadas o realmente convulsivas den al traste con lo logrado. Estas últimas semanas, Andalucía ha tenido noticias graves que determinan y condicionan negativamente su crédito y fama para una larga temporada. Ello, sin duda, no es algo baladí, porque no se persigue la buena imagen por nada sino para facilitar mejores condiciones de relaciones, beneficios morales y materiales y posición de mercado. Así pues el perjuicio que conllevan las conductas institucionales que han tenido por resultado la conocida sentencia sobre los ERE ilegales será no sólo cuantificable y elevado, sino un auténtico borrón sobre todos los imputs positivos que ilustraban la marca Andalucía.
El alto nivel de exigencia que los tiempos han traído consigo impide pasar página sin más por las acciones de discrecionalidad absoluta, ausencia de controles, desprecio por la equidad, clientelismo, amiguismo y amoralidad, que se diga lo que se diga han sido las grandes líneas inspiradoras de una forma de hacer política que se ha mantenido en el tiempo y hoy todos rechazamos. Este inmenso tropiezo -barruntado hace mucho, pero sin sentencia que lo confirmara formalmente- obliga a revisar parámetros y acciones de aquí en adelante. No sólo se va a tratar de corregir las líneas salpicadas por la chapuza y la corrupción, sino también se hace necesario trabajar en los lamentables efectos de estos hechos hoy juzgados como la propia autoestima de los naturales de una comunidad que se ha visto puesta en cuestión por causa grave.
Hasta aquí el Partido Socialista no sólo ha ganado siempre las elecciones autonómicas, sino que llegó a conseguir una auténtica identidad con Andalucía hasta hacer decir que el PSOE era el verdadero partido andalucista -en directo detrimento de la fuerza política así llamada, que nunca obtuvo resultados electorales notables-. Pues bien, hoy, ante este estado de cosas, la responsabilidad de devolver a los andaluces el sentido orgulloso de sus instituciones democráticas es del actual Ejecutivo autonómico del presidente Moreno. Y ya no se trata de volver a identificar a partidos -a ninguno- con la propia comunidad, sino a tomar las medidas oportunas para demostrar que es posible gobernar sin trampas, con arreglo a la ley, con generosidad, transparencia y rectitud, y sólo en aras del bien común. Nada hay en la vida más rentable ni mejor que cumplir limpiamente con el deber, pues al final no se encuentran más sorpresas que las extraordinarias consecuencias del esfuerzo y del sacrificio, la satisfacción y el orgullo de la cosecha.
Andalucía, como el resto de España, es cultura, ciencia, trabajo, arte y las innumerables virtudes de sus gentes, pero también es tópico de siesta y pandereta. Siempre está pendiente mostrar que lo que es cierto son la seriedad y la capacidad de esfuerzo, construcción y mejora. Hay que recuperar el aliento tras la plasmación judicial de la desvergüenza de los jugadores de ventaja y abundar en el amor propio de los que cada día se esmeran en poner toda su imaginación y ánimo en sacar adelante a su familia y con ella a su tierra. Por sí y por España.
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