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El próximo viernes hará 43 años. El 4 de diciembre de 1977 centenares de miles de andaluces salimos a pedir autonomía para nuestra tierra. Era una democracia recién estrenada y muy débil, un proceso constituyente en sus inicios y un pueblo que quería sacudirse demasiados ... años de dictadura. En Málaga, un presidente de la Diputación heredado del franquismo (que no permitía que la bandera blanca y verde ondeara en el edificio de la corporación) y unos mandos de la Policía Armada que seguían entendiendo su función como represión y no como servicio a los ciudadanos dieron lugar a que la alegría se convirtiera en humo, miedo, carreras, palos, y además luto cuando un criminal, con deshonra de su uniforme, asesinó a Manuel José García Caparrós cerca de la Alameda de Colón.
Yo participaba en esa manifestación, con 13 años, iniciada militancia política, mi bandera andaluza y con el permiso paterno arrancado sobre las garantías de que aquello era distinto, que iba acompañado de adultos de confianza y que no podía pasar nada. Por desgracia no fue así. Recuerdo como si fuera ayer las primeras cargas de la policía en la puerta de Diputación, y después carreras para escapar de una represión injustificada bajo cualquier punto de vista. En la calle Córdoba, después de salir de un bar donde intentábamos escapar de unos policías que apaleaban por el simple hecho de portar la bandera de Andalucía, estaba intentando llamar en una cabina de teléfono a mi casa para tranquilizar a mis padres (pues imaginaba que les habrían llegado noticia de lo que estaba pasando en el centro), cuando un policía enorme, con casco y portando un fusil, no tuvo otra cosa que hacer que disparar a bocajarro un bote de humo que pasó cerca de mi cabeza. Estaba solo, era un adolescente que no significa un peligro para nadie y menos para un tipo corpulento que se encontraba lejos. Después de tantos años me sigo preguntando qué se le pasó a esa mala bestia por la cabeza para hacer algo tan abyecto. Me permití el gesto de dignidad de no esconder en ningún momento la bandera que hoy es símbolo de todos los andaluces. Apenas unos minutos después escuché unos estampidos que sonaban a disparos de arma de fuego, aunque jamás sabré si fueron los mismos que mataron a García Caparrós. Siempre será 'mi' Día de Andalucía.
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