En qué anda ZP en Venezuela

Me sorprendo anotando en mi cuaderno «Siempre tan atento» como cuando en el informativo de las tres, los vecinos recuerdan que el asesino «siempre saludaba». Salvando las distancias, claro, pues en ZP todo eran distancias que él resolvía con un comentario sobre el tiempo, un saludo muy de frente y una determinación cariñosa del gesto como cuando en febrero uno entra a comerse un cocido maragato en un restaurante de Castrillo de los Polvazares y tienen la chimenea encendida. En ese calor, se le veía guapo. Luego todo lo adornaba con ese que-tu-mujer-cante-en-el-coro-del-teatro-Real moral. Normal que España se horrorice al verlo de pandereta de la tuna bolvariana, en contra de Europa y de la más simple de las estéticas democráticas.

Se escriben muchas teorías de en qué anda Zapatero en Venezuela y a mí solo me cuadra que vaya por allí convencido. Tanto énfasis le pone a lo que dice que a veces lo escucho guiñolizado de sí mismo. Quizás sea todo un exceso de empeño, pues creo que le hemos dado demasiada importancia a la motivación como algo bueno en sí. Depende de para qué, más vale no motivarse mucho.