
Amenaza ultra en Alemania
Las ideologías de tres al cuarto y los redentores políticos parasitan la democracia con el apoyo suicida de las masas
DANIEL REBOREDO
Viernes, 21 de febrero 2020, 08:00
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DANIEL REBOREDO
Viernes, 21 de febrero 2020, 08:00
El anticomunismo se ha convertido en un comodín que sirve tanto para un roto como para un descosido. Algo parecido a lo que ocurre con el fascismo, tal y como señala el vilipendiado filósofo italiano Diego Fusaro. Viene esto a cuento de las legislativas celebradas el 27 de octubre de 2019 en uno de los dieciséis Estados federados alemanes, Turingia, y de la reciente elección, y posterior dimisión, de su primer ministro, Thomas Kemmerich, el pasado día 5. En Turingia gobernaba desde 2014 el partido de izquierdas 'Die Linke', que también ganó las últimas elecciones pero sin sumar mayoría con los otros dos partidos con los que estaba coaligado, los socialdemócratas del SPD y los Verdes.
Así que cuando se constituyó el nuevo Parlamento, el día 5, el líder de 'Die Linke', Bodo Ramelow, sólo obtuvo 44 de los 90 votos posibles y Thomas Kemmerich, líder de los liberales del FDP, se proclamó primer ministro, en una tercera votación, con los apoyos de la ultramontana Alternativa para Alemania (22 escaños) y los conservadores de la CDU de Angela Merkel (21 escaños). La rápida reacción de una gran parte de la opinión pública, la movilización en numerosas ciudades y la inmediata toma de postura del mundo político y cultural revertieron la situación.
Aunque el escándalo obligó a Kemmerich a dimitir dos días después, la principal lectura de este acontecimiento es que, por primera vez, desde la Segunda Guerra Mundial, se rompió en el país teutón el 'cordón sanitario' que aislaba a la extrema derecha, participando en ello el partido de la canciller, la CDU, y su representante en la región, Mike Mohring. Aunque rápidamente se restableció la exclusión, el precedente es ya un acto que define lo que ocurrirá pronto en Alemania, que los pactos con la extrema derecha serán una realidad. Claro que en nuestro país hemos dado ejemplo en este sentido con los acuerdos del PP y Ciudadanos con Vox en Andalucía y Murcia y nos hemos sumado a lo acaecido en este sentido en Austria e Italia.
La atmósfera política en Alemania, escenario el martes de una matanza de declarada inspiración ultraderechista, se encuentra en ebullición y toda Europa se calienta porque lo que está pasando en los márgenes más a la derecha de la política alemana tiene efectos inmediatos en el resto del continente. La imagen de la CDU se ha roto en mil pedazos que ahora se intentan pegar y que se han llevado por delante a la sucesora de Ángela Merkel, Annegret Kramp-Karrenbauer. Aunque la canciller calificó con rapidez lo ocurrido en Turingia como «imperdonable» e instó a la celebración de unas nuevas elecciones cuanto antes, el mal está hecho y la CDU se ha debilitado de cara a las generales de 2021. La oscilación hacia la derecha del partido será más acentuada si a Merkel la sucede el ministro de Salud, Jens Spahn, o el exdiputado Friedrich Merz, claros representantes del egoísmo nacional alemán.
De lo acaecido en Turingia emerge un ganador, la Alternativa para Alemania, que ha sacado a la luz las contradicciones en las que se debaten los partidos centristas y la crisis que los corroe, especialmente en el este del país. La estrategia de los ultras ya la utilizó Joseph Goebbels no hace tantos años, aprovechando la tolerancia de la democracia para destruirla.
Lo ocurrido en Turingia es una muestra del peligro que suponen los nuevos partidos ultraderechistas para las instituciones y para la calidad de la cultura democrática de los países europeos. Las ideologías están en franca decadencia y en estos momentos se vende como ideología política cualquier cuento con el que sus promotores hacen un buen negocio. Las auténticas ideologías han quedado postergadas y, aprovechando el espacio vacío, han proliferado los populismos de derecha, izquierda y centro. Estas ideologías de tres al cuarto y los redentores políticos que las encarnan medran, parasitan y desvirtúan la democracia en la que se incrustan con el apoyo suicida de las masas. Promocionar ideologías baratas sigue siendo una actividad rentable para adquirir poder y posición. La realidad desenmascarará a Alternativa para Alemania pero el mal ya estará hecho.
Europa necesita una ciudadanía que aspire a corregir gradualmente las circunstancias insatisfactorias que padece sin aspirar a más. ¿Por qué nos hemos apresurado tanto a derruir los diques que con tanto trabajo levantaron nuestros antepasados? Abandonar los esfuerzos de todo un siglo es traicionar a aquellos que vivieron antes que nosotros y a los que vendrán después. Por eso, aunque la democracia no represente un futuro ideal, como tampoco simboliza un pasado ideal, es la mejor de las opciones que tenemos y sólo podemos construir sobre lo que ya poseemos. En el 75 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, el pasado 27 de enero, reproducir lo que ya ocurrió en la República de Weimar aboca a quien lo hace al desastre. Turingia no debiera ser la primera piedra del castillo del horror.
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