La Tribuna

Un almirante de Archidona

Augusto Miranda y Godoy, además de militar ejemplar, creador del Arma Submarina y ministro, fue un excepcional matemático

José Manel Leonés

Escritor

Sábado, 15 de abril 2023, 02:00

En ocasiones es el morbo, la anécdota de café o una acción pintoresca la que conduce a grabar ciudades en el imaginario colectivo. Así sucedió ... cuando nuestro Nobel gallego recreó la famosa historia sobre el 'cipote de Archidona', cuyos detalles fue a buscar en el poeta Alfonso Canales. Es lo cierto que innumerables personas, no se sabe si sedientas de literatura o de morbo, recuerdan a esta noble ciudad de la provincia asociándola a la historia de una pareja que, llevada por su desenfrenada pasión y un evidente nivel de testosterona, en un cine de la localidad, provocó que los efluvios de tan reiterada excitación por uno de los intervinientes, condujesen y alcanzasen, como si de un geiser o espuma de champán fuera, a varios espectadores dos filas más adelante, consiguiendo no sólo que los destinatarios de aquella riada maldijesen a quien no les dejó terminar la película sino que además tuvieran que afrontar la factura de lavandería para sus trajes.

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Bromas aparte, la 'señora de las alturas' de los romanos a los pies de la Sierra de Gracia y en tiempo musulmán Medina Arxiduna es conocida, pero menos, por ser la cuna de hombres sobresalientes que prestaron un gran servicio a España. El almirante don Augusto Miranda y Godoy, fallecido en abril de hace 103 años, además de militar ejemplar, creador del Arma Submarina y ministro de Marina, fue un excepcional matemático, inventor de la corredera electromecánica, que utiliza la corriente del agua en la que un barco navega para registrar su velocidad. A estos méritos se une el deprimer ministro 'in pectore' bajo el gobierno de Eduardo Dato, cargo al que tuvo que renunciar dada su precaria salud. La llamada 'Ley Miranda', de 1915, consiguió introducir el Arma Submarina en la Armada.

Miranda fue hecho prisionero por los norteamericanos a bordo del crucero 'Baltimore'. Destaca una anécdota que Carlos Fisas en su 'Historias de la historia' narra con mucha claridad. Así, cuando los americanos condujeron a bordo de sus acorazados a los españoles y prisioneros heridos en Filipinas, el entonces oficial Miranda, solicitó permiso para desembarcar en un punto de la antigua colonia donde se encontraba su familia. Concedido el permiso y bajo la palabra de honor del militar de regresar al buque americano, y habiendo transcurrido más de la mitad del tiempo concedido, un oficial preguntó si Miranda estaba en casa. Advertido Miranda, encolerizó por esta falta de confianza, y el militar norteamericano contestó: «Sólo vengo a traerle su espada. El comandante no quiere que usted cruce la ciudad sin ella en una hora tan concurrida».

Ese era nuestro ilustre archidonés, que hizo viable una central hidroeléctrica en 'La Fervenza' (Silleda, Pontevedra), que llegó a comandante militar de la estación naval de la isla del Corregidor en Manila, autor de varios libros científicos sobre principios de la mecánica aplicada a la navegación, profesor de la Academia de Maquinistas de Ferrol y que tomó parte de la tercera guerra carlista con los isabelinos. Igualmente, su carácter emprendedor le llevó a crear una empresa de leche condensada –BEBÉ–en la que puso a su hijo pequeño como etiqueta.

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Reformó el personal de la Armada y los cuerpos de oficiales, suboficiales y marinería, creando la Escuela de Ingenieros Navales en Ferrol, profesionalizando a todo el personal. Incansable legislador. Todos esos méritos y otros tantos que excuso enumerar deberían hacernos reflexionar a los malagueños sobre la necesidad de contar con un reconocimiento, es decir, con algo más que conocimiento de las personas que han nacido en nuestra tierra, ofreciéndoles el lugar que merecen. En este caso, sus méritos sirven para colocar a la ciudad de Archidona en un lugar más allá de la anécdota de unos amantes desaforados.

¿Se le ocurre que el Nobel gallego fuera conocido por esa historia acaecida en un pueblo a mil kilómetros del suyo? ¿Dónde quedarían 'La Colmena' o 'La familia de Pascual Duarte'? Por eso, don Camilo no reposa bajo un pino de Iría Flavia, solamente. Una Fundación, sus merecidos homenajes y el amor de su pueblo están fuera de toda duda. Si venimos a reivindicar a este almirante de Archidona es porque no fue un militar del montón, un científico de igual guisa, un empresario o un político y legislador como los demás. Hay razones sobradas para un reconocimiento más allá de la hermosa estatua que le recuerdadesde 2017 en una modesta plaza de su pueblo natal.

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