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Muy agradecido regresé a casa tras mi segunda o tercera salida nocturna después de pasar las preceptivas Noches de Walpurgis en el Hospital –como Kim ... Novak en 'Vértigo' regresaba de entre los muertos–; agradecido, emocionado, y feliz, volvía a casa porque la muerte, de momento, no se ha llevado nada, salvo mi aún movilidad algo comprometida, que me hace transitar por avenida de Andalucía como una persona casi normal (nunca lo seré del todo) y no como lo hacían en San Petersburgo (febrero del 17) los hambrientos obreros por la Perspectiva Nevski: sin pan ni padrecito. Los obreros hacinados hacían una larga caminata hacia la toma del Palacio de Invierno, y se preguntaban ¿cuándo amanecer Tovarich?, mientras yo ahora me pregunto ¿cuándo iniciaremos la programación en CGB (Casa Gerald Brenan)? Y desde aquí les contesto: para la Noche en Blanco, con recitales, música, una instalación, una proyección y muchas ganas de volver a empezar, abusando, otra vez, del estilema cinematográfico y con un deseo incontenible de encontrar la gloria periférica, porque el hispanista de hispanistas se lo merece y también Gamel con sederías y pamelas. En otro orden de cosas que vienen a ser las mismas, regresé a mi casa después de acudir a la inauguración de 'Pintura liberada', una muestra sobre la figuración pictórica que se coció y se lanzó en y desde Madrid, entre fines de los años setenta y a la largo de la década de los ochenta, en que casi todo fue superado. El arte plástico cambió a territorios libres o liberados del fantasma, por un lado, tenebroso, de la lucha contra el régimen dictatorial, los coletazos tan feos del búnker, la necesidad de salir de esa España en blanco y negro. Resumiendo, y mucho, el ruido político que armaban los grabadores comunistas de Estampa Popular, muy buenos, se sustituyó por una estética 'pop' que Eduardo Arroyo enarboló, de una manera fugaz, literaria, y no acomplejada. También germinó la neo figuración geométrica, y la figuración singular y activa de, entre otros, Chema Cobo y Guillermo Pérez Villalta, cuyo retrato de su generación, 'Personajes a la salida de un concierto de rock', es clave para entender aquel nuevo renacimiento. «Saltamos –como me dijo en cierta ocasión Juana de Aizpuru– y no le faltaba razón a la musa interplanetaria, de El Escorial a ARCO en apenas una década»; encima, el poeta, cronista y protagonista esencial de aquellos años heroicos, Juan Manuel Bonet, demuestra de nuevo, para el catálogo editado por el Museo Thyssen con motivo de esta exposición comisariada con tino y gusto, su capacidad de diseccionar una época, su conocimiento enciclopédico que da juego cortés a lo real, no faltando nunca a la verdad. Pasen y vean.
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