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No hay nada casual ni fruto de la improvisación. El testimonio del empresario Víctor de Aldama ha sido un terremoto en el tablero y amenaza con tener severas consecuencias en el Congreso Federal del PSOE, a una semana de su celebración en Sevilla. El guion ... congresual pretendía inicialmente inyectar moral al socialismo español, que queda como uno de los escasos baluartes del centroizquierda europeo en el poder y que en este momento se siente asediado por tierra, mar y aire. El objetivo se ve desbaratado por este seísmo. Atentos a la sucesión de los próximos titulares, que prometen ser sonoros. Llama la atención que la Fiscalía Anticorrupción se haya apresurado a apoyar la excarcelación cuando el investigado aún no ha comenzado a colaborar con la Justicia en la principal trama de corrupción por la que está imputado, la del fraude del IVA en los hidrocarburos. Pero ha comenzado a tirar de la manta y parece que a la Fiscalía le parece un factor suficiente.
El explosivo testimonio de Aldama confirma que cada día explota una bomba informativa. En este caso puede tener demoledores efectos en la política española. A Pedro Sánchez se le abre un nuevo frente de desgaste, en este caso muy severo. Ahora bien, no es lo mismo una declaración de un presunto delincuente ante un juez que no aporta pruebas, aunque amenaza con presentarlas «en breve», que tenerlas ya sobre la mesa y que además resulten convincentes para la Justicia. Si todo o parte de lo que dice fuera cierto, el Gobierno de Sánchez estaría literalmente amortizado y sentenciado. Es una grave acusación de corrupción que, si se demuestra, no puede dejar vivo a ningún Ejecutivo en el mundo democrático. No estamos aún en esa fase aunque hay quienes ya adelantan acontecimientos. No es lo mismo una declaración incriminatoria que una sentencia judicial, que es la que precipitó la caída de Mariano Rajoy tras el fallo sobre la 'trama Gürtel'.
Dice el presidente y el Gobierno que están tranquilos, porque «todo es mentira». Con el tiempo saldremos de dudas. El ruido ya lo distorsiona todo. La batalla se presenta feroz y el PP da por buena la versión de Aldama. Otros, sin embargo, se muestran bastante más cautos. Cuando uno tira de la manta es para salvarse él, y de paso hundir al 'otro', en este caso, al Ejecutivo. Van a hacer falta bastantes más explicaciones, menos eslóganes y menos juicios apriorísticos.
El PP cree que ha encontrado el arma letal para derribar definitivamente al Gobierno. Se quiere quitar la espina de la moción de censura contra Rajoy. Basta con la palabra de Aldama para sentenciar al Ejecutivo de coalición. No espera al fallo definitivo y ya ha adelantado conclusiones. Como cuando presentó una querella en la Audiencia Nacional contra una supuesta financiación ilegal del PSOE por el testimonio de una denuncia anónima que no fue aceptada por el juez. La investigación a la esposa de Sánchez, Begoña Gómez, por supuestas irregularidades en la gestión en su máster en la Complutense, es caza menor en comparación con la que está cayendo. Pero la derivada de la trama Ábalos-Koldo y ahora el tema de Aldama puede ser dinamita pura.
Mientras tanto, Sánchez y el PSOE creen que le basta con negar los hechos, querellarse en masa y poner en solfa la palabra de un presunto delincuente como mera estrategia de defensa. Puede que resulte necesario este discurso, e incluso, que para algunos sea convincente dentro del partido. Otros no le van a creer nunca. Pero no va a ser suficiente.
La historia de la corrupción se ha sedimentado en un profundo caldo de cultivo de desconfianza en la sociedad española sobre la imagen y la palabra de los políticos. Sobre este déficit de crédito no es fácil esgrimir argumentos. El daño ya está hecho. Los socialistas lo saben y ven ahora que Aldama se ha convertido en una bomba de relojería andante. Si las acusaciones no fueran ciertas, se estaría haciendo un daño tremendo a la presunción de inocencia y al buen nombre de muchos que se dedican a la política. Pero enlodar todo tiene como consecuencia dejar la política por los suelos. Nadie gana. Sólo Vox.
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