La vicepresidenta primera del Gobierno y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero, enseñó bien clara la puerta de salida a José Luis Ábalos el ... viernes: su dimisión como diputado por Alicante. «Yo en su caso, ya sé lo que haría», apuntó la 'número dos' del Ejecutivo. El caso de Koldo García Izaguirre, investigado por un posible fraude en la compra de mascarillas cuando era asesor del entonces ministro de Fomento, puede ser un golpe muy duro en la credibilidad del Gobierno de Pedro Sánchez, que hay que recordar que llegó al Gobierno con el estandarte precisamente de la lucha contra la corrupción tras una sentencia del caso Gürtel que afectaba al PP de Mariano Rajoy.
Esa bandera se puede ver gravemente emborronada por este episodio, que puede tener, además, ramificaciones en los gobiernos autonómicos entonces regidos por los socialistas de Baleares y Canarias. El PSOE entra en un territorio muy resbaladizo que puede tener potentes consecuencias políticas.
De entrada sorprende lo poco que se ha aprendido del pasado. Koldo García Izaguirre tenía un perfil cuando menos extraño para alguien que merodea en el entorno del poder. La gravedad de las acusaciones –en plena pandemia estos episodios de enriquecimiento personal por el cobro de comisiones con contratos públicos resultan especialmente bochornosos– ha abierto un boquete serio en el PSOE porque afecta a una de las columnas vertebrales que pretendía enarbolar Sánchez: la lucha contra la corrupción en la política. A Ábalos, sinceramente, no le queda más salida que su dimisión inmediata como diputado. Solo así puede poner un cortafuegos que evite que las llamas prendan en el Ejecutivo y en el Partido. Solo así puede controlar, al menos parcialmente, los daños que se van a provocar, o ya se han provocado, en el Partido Socialista. Sólo así se puede evitar que la presión alcance a Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE, y verdadero hombre fuerte en la actual dirección.
El revés, que es muy desmovilizador para el electorado de la izquierda, se produce después del resultado de las elecciones gallegas, que han supuesto un verdadero varapalo para las fuerzas que apoyan al Gobierno de coalición integrado por el PSOE y Sumar. Alberto Núñez Feijóo ha ganado el plebiscito que había construido en torno a su liderazgo. La mayoría absoluta de Alfonso Rueda le blinda de una posible operación urdida en el centroderecha para descabalgarlo al frente del PP. La línea dura que alienta a Isabel Díaz Ayuso calienta la banda, pero Feijóo ha salido vivo.
Sánchez respondió en caliente al primer caso con la táctica del ventilador al blandir la corrupción que afecta al PP y aludir, directamente, a una causa que afectaba a la presidenta de la Comunidad de Madrid que fue sobreseída por la Justicia. Que el PP tenga escándalos de corrupción por aclarar no resta gravedad a los hechos denunciados. Los primeros interesados en que se sepa toda la verdad son los socialistas, que saben que las próximas elecciones europeas van a ser utilizadas por la oposición de derecha como la puntilla de una estrategia para forzar el adelanto electoral o, en su caso, justificar una moción de censura. La batalla ideológica que se libra en Europa, y que tiene como principal ingrediente el combate contra el populismo de extrema derecha y los nuevos riesgos para la democracia liberal, se va a completar en España con una pugna muy embarrada en la que los partidos van a utilizar las denuncias de corrupción como armas arrojadizas.
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