La agresión a un sanitario nos alcanza a todos
La tribuna ·
Querido paciente, piense que buscamos siempre lo mejor para usted, que tratamos de alinear el mejor conocimiento científico con el lado más humano de un médico cercanoLa tribuna ·
Querido paciente, piense que buscamos siempre lo mejor para usted, que tratamos de alinear el mejor conocimiento científico con el lado más humano de un médico cercanoHace tiempo leí que la violencia es el resultado de personas que se engañan para creer que su dolor es provocado por otros seres humanos, y que por tanto estos merecen ser castigados.
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Al principio me pareció un análisis algo simplista para un tema demasiado complejo como es el aumento de los actos violentos en nuestra sociedad. A los pocos días, el 28 de diciembre, la prensa publicaba la noticia que un médico internista en formación, coloquialmente un residente, había sido agredido brutalmente, junto a parte del personal de enfermería, por los familiares de una paciente en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Desgraciadamente no se trataba de una inocentada, era uno más de los numerosos casos de cobardía y violencia que sufre el personal médico y sanitario en los hospitales. Estas agresiones se producen cuando el médico está ejerciendo una profesión que se caracteriza por la ayuda constante a los pacientes y por la defensa de su salud, y por tanto de sus intereses, resultando paradójico que esa agresión se produzca hacia quien trata de ayudar al padre, hermano, abuelo, otro familiar o allegado del agresor.
En el año 2017, escenas como éstas se produjeron más de quinientas veces en España. La cuarta parte de ellas en la comunidad de Andalucía, lo que me obligó a replantearme la veracidad del primer párrafo de este artículo.
Son muchas las razones que se esgrimen para intentar entender el aumento de las agresiones al personal sanitario. La incertidumbre ante la enfermedad, los tiempos de espera en pruebas diagnósticas o en urgencias, la saturación de los centros, la posible carencia de información en tiempo y forma que el familiar exige al minuto y un largo etcétera de motivos que, no lo olviden, inquietan tanto al paciente como al médico.
Pero por mucha que sea la inquietud o el estrés del familiar es difícil justificar el cambio del comportamiento cognitivo en aras del agresivo. Olvidan que el médico entiende su profesión como una misión humanitaria a favor del otro, de aquel que busca ayuda para su salud, en una tarea que apareja sacrificios. O que el deber más elemental del médico es no hacer daño a su paciente. Al contrario, su compromiso principal es hacerle el bien.
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Quizás haya que reivindicar con más fuerza la verdadera misión y esencia de la Medicina en general, y de la especialidad de Medicina Interna en particular, para que la sociedad valore, no ya el sistema sanitario, sino a uno de sus motores como son los médicos.
La sociedad debe saber que los pacientes son nuestra razón de ser y que es para ellos para los que hemos dedicado, en el mejor de los casos, 10 u 11 años de estudio y preparación hasta conseguir ser unos especialistas cualificados. Son ellos los que nos permiten seguir creciendo en el conocimiento a través del estudio de sus casos particulares. Para saber más de sus enfermedades seguimos estudiando al llegar a casa, arañando tiempo a nuestro ocio o nuestra familia. Con la idea de mejorar la capacidad de sanar y mejorar la vida de nuestros pacientes nos enrolamos en un plan de formación continuada vitalicio que nos lleva a asistir a cursos de forma periódica y dedicar muchas horas fuera de casa a formarnos. Es gracias a ellos por lo que intentamos aumentar nuestra red de contactos profesionales para comentar casos complejos. Es por ellos por los que nos empeñamos en mejorar todos los días nuestra forma de comunicar la información difícil.
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Los especialistas en Medicina Interna nos hemos convertido en el pilar asistencial del sistema hospitalario de nuestro país. Cuando se analizan los datos podemos observar que somos los especialistas que más altas hospitalarias generamos, aproximadamente el 20%, lo que supone unos 700.000 pacientes al año. Muchos desconocen que la mayoría de nuestras altas son por procesos cardiovasculares, como la insuficiencia cardiaca, o respiratorios como la enfermedad pulmonar crónica obstructiva o las neumonías. Nuestros enfermos son especialmente complejos por las múltiples enfermedades asociadas, por la edad, por la dificultad de manejo, lo que induce mayor incertidumbre.
En España, la Medicina Interna goza de un altísimo nivel profesional tanto en el sistema público como en la asistencia en centros privados. Lo acredita el haber sido capaces de aumentar el número de altas por encima del 20% en el periodo 2007-2015, reducir la estancia media (número de días de ingreso) un 15% y mantener las mismas tasas de mortalidad, a pesar del progresivo envejecimiento de la población y del aumento de los procesos graves. Este es un logro colectivo que resulta del esfuerzo de todos los internistas de nuestro país, que revela nuestro compromiso con la sociedad.
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Pero no sólo nos limitamos a la asistencia hospitalaria. Más de la mitad de los especialistas en Medicina Interna participamos en proyectos de investigación, según un trabajo publicado por la Sociedad Andaluza de Medicina Interna; y muchos de nosotros colaboramos en la formación de futuros médicos participando en la docencia teórica y/o práctica vinculados a las facultades de Medicina, sembrando y difundiendo nuestro buen hacer. Por todo ello gozamos de una visión holística y humanitaria del ser humano enfermo que es singular.
Querido paciente, piense que buscamos siempre lo mejor para usted, que tratamos de alinear el mejor conocimiento científico con el lado más humano de un médico cercano. Nos duele tenerlo que decir en voz alta y nos duele en lo más hondo por qué con cada una de las agresiones no sólo se daña físicamente al agredido sino psicológica y moralmente a todo el colectivo médico.
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Es la tremenda paradoja que vivimos los que ejercemos la Medicina.
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