El morbo es el combustible para la propagación de los bulos. La semana pasada, la Policía recogía a una mujer procedente de Madrid en las calles de la localidad extremeña de Don Benito. Ella estaba desorientada y afirmaba padecer el COVID-19. Los agentes cumplieron ... los protocolos para evitar el contagio. A partir de ese dato cierto, en Whatsapp se disparó un drama falso y cruel en el que se culpaba a la mujer de provocar un centenar de contagios, se afirmaba que la comisaría de los agentes que le trataron tuvo que ser clausurada y se describían los llantos de los policías contagiados. Todo ello respaldado por una foto cierta de las maletas de la mujer en la puerta de la comisaría. De un drama humano personal, se construía una gran tragedia desde la mentira.

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En estos tiempo de confinamiento, algunos bulos demuestran que hay personas que necesitan expandir el horror, es como si los miles de muertos no fueran suficientes para estos adictos al shock emocional. Según un estudio de la universidad estadounidense Wake Forest, la curiosidad morbosa puede ayudar a controlar miedos peligrosos al convertirse en una especie de catarsis. Pero existe una diferencia entre el morbo de una película de terror y el morbo de una mentira sobre una epidemia con consecuencias muy reales. La segunda solo persigue aumentar el pánico.

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