Aburrimiento

Los críticos jóvenes, según veo en el documental sobre Carlos Boyero, se enfadan mucho con él porque se aloja en hotelazos carísimos y además es capaz de levantarse en medio de una película iraní, irse a dar una vuelta por Cannes y luego contarlo en ... el periódico con olímpica desfachatez. Yo, en cambio, le profeso una envidia visceral y definitiva. Hubiera dado medio brazo por vivir aquella época dorada del periodismo, cuando cada palabra impresa podía desencadenar una explosión nuclear y había en las calles quioscos de dimensiones selváticas que atrapaban a los lectores como plantas carnívoras. Los críticos jóvenes, con su encomiable prurito profesional, todavía no comprenden que a los cincuenta años uno descubre que ya no tiene tiempo para que le den el coñazo y eso abre de pronto unas posibilidades maravillosas, profundamente liberadoras, que incluyen darle mucho por saco al nuevo cine vietnamita, pongamos por caso.