Porque en una reunión entre iguales, se dirigen directamente a él y a mí solo cuando hablo. Porque si demuestro seguridad y decisión en lo ... que hago, me dicen con sorna que estoy «empoderada». Porque no se me va ese síndrome de la impostora que teme que un día descubran que «tampoco es para tanto». Porque la culpa me puede cuando otro día más no llego a tiempo para el baño de los niños. Porque a mis 44 años mi madre todavía se preocupa cada noche por si un tipo me sigue hasta el portal... y me provee de alarmas que se cuelgan del llavero. Por todo esto y más, yo celebraré y reivindicaré el 8M. Sin banderas ni colores de ningún tipo, con respeto para las que no sientan la necesidad de hacerlo, pero con la convicción de que a todas juntas se nos escucha más y mejor.
Publicidad
Estamos a años luz de lo que otras muchas vivieron hace no tanto tiempo. Eso es una evidencia, y una suerte que ha costado mucho, mucho, conquistar. Me rodeo de hombres corresponsables que hacen equipo con nosotras y para quienes el feminismo no es una amenaza sino una oportunidad de avanzar. Ellos han cambiado radicalmente, sí. Pero la mayor revolución siento que está en nosotras, en mí. Hoy somos (soy) más conscientes de las desigualdades, de los paternalismos y de los micromachismos que hace apenas una década asumíamos como naturales: ese saludo del responsable de una institución pellizcándome la mejilla una y otra vez, ese comentario fuera de lugar sobre lo que llevaba puesto, esa advertencia entre risas de «para la entrevista con X no te pongas escote o no te mirará a la cara», o esa insistente invitación al camerino de alguien que me triplicaba la edad. Pero nadie se escandalizaba por eso, ni siquiera yo. Respondía con una sonrisa forzada y se acabó.
Pero ahora que entre todos, ellos y nosotras, hemos conseguido tanto; ahora que estamos mayoritariamente de acuerdo en lo que ya no se permite, por lo que hoy ya no pasamos, siguen existiendo determinadas inercias que cuesta erradicar. Quizás porque son sutiles, nada de extrema gravedad, pero en el fondo revelan que queda camino por recorrer y que no todo está ganado. Y lo más importante, que no hay que dar nada por sentado. Lo que se ha tardado décadas en conquistar algunos tienen el poder de destruirlo en días. Por eso importa el 8M, para gritar y recordar juntas que estamos aquí y que no nos conformamos.Votes a las siglas que votes, vistas o no de morado, seas la directiva de una empresa o la cajera de un supermercado. El 8M es de todas.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.