Pablo Sánchez-Molina
Domingo, 6 de noviembre 2016, 00:18
El corto camino que une el famoso Campanile, un estrecho y alto campanario que constituye el símbolo de la Universidad de Berkeley, y la Telegraph Avenue, el centro hippie de la ciudad, muestra un triste contraste. Si en el interior del campus respiro un ambiente multicultural que refleja la capacidad de los states de integrar en su sociedad a personas de todas partes del mundo, al abandonarlo por su salida sur y adentrarme en esta avenida percibo uno de sus principales defectos: la facilidad de quedar excluido del sistema. La gran cantidad de vagabundos esconde un submundo que no aparece en los rankings y que constituye una de sus caras más duras. Éste es un país de contrastes
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A diferencia de España, donde los carteles de los candidatos empapelan todos los rincones del país, en los alrededores de San Francisco las pantallas luminosas de los autobuses alternan el número de la línea con un mensaje: vote by November 8, se venden gorras con el lema dontt hope go vote y ¡hasta la publicidad del videomarcador del Oracle Arena, en el partido de la NBA entre los Warriors y los Thunder, anima a los asistentes a acudir a las urnas! Es por ello que aquí la publicidad en los lugares públicos se centra más en el deber de votar que en el a quién votan. Este llamamiento a la participación no es casual sino que intenta evitar la baja participación de los últimos años, que apenas se ha mantenido en torno al 55%.
Es muy importante que la gente vote pero lo realmente decisivo será a quién votan. En este sentido, los candidatos, junto a sus equipos de campaña, han puesto más el foco en alimentar el show de los escándalos que en contraponer los programas electorales. De hecho, dos de las noticias más destacadas durante la campaña electoral han sido las declaraciones sexistas de Trump y el envío de emails oficiales desde un correo electrónico personal de Hillary que, en los últimos días, se ha reavivado con la reapertura de la investigación por parte del FBI. Detrás de estos focos en la universidad he encontrado una campaña muy diferente basada en la confrontación de argumentos y no en la lucha de escándalos que, en la opinión de muchos, sirve más para confirmar el voto que para decidir cambiarlo.
En un intento de entrever a quién votarán, las últimas encuestas auguran unos resultados muy ajustados por lo que todo puede pasar y una calma tensa se ha instalado en el campus de la universidad. Estas ajustadas previsiones, junto a la existencia de un sistema electoral mayoritario e indirecto (en el que al partido más votado en un estado le corresponden todos los comisarios en juego, con la excepción de Maine y Nebraska, que, a su vez, depositarán su voto por el candidato a presidente y vicepresidente nominado por el partido vencedor en dicho territorio), puede hacer que un puñado de votos incline la balanza en algún estado decisivo, como es el caso de Florida, y con ello en el cómputo global.
Los contrastes son una tónica en los Estados Unidos. Para comprobarlo basta con cruzar el país de oeste a este, como si de un viaje por la Ruta 66 se tratase, y divisar las diferentes formas de ver un mismo mundo. Todas ellas se darán cita el día siguiente al primer lunes de noviembre, como cada cuatro años. Éste es un país de contrastes y el día siguiente al próximo martes lo seguirá siendo.
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Pablo Sánchez-Molina. Licenciado en Derecho, Master en Derecho Constitucional, becario de posgrado de la Obra Social la Caixa y visiting student researcher en la Universidad de California, Berkeley.
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