En su día, para hacer el Teatro Romano se destruyeron importantes edificaciones de la época fenicia; más tarde, cuando se edificó la Alcazaba tal como la vemos hoy, el Teatro Romano sufrió la devastación. Igual que la mezquita desapareció al edificarse sobre sus restos la Catedral de Málaga como la tenemos hoy en día. En su momento, obras que hoy son emblemáticas como el nuevo rostro de la Tate Modern de Londres, el Pompidou de París o la Ópera de Sidney estuvieron rodeadas por una polémica de los mismos niveles que la admiración que hoy suscitan. El tema no es construir con mayor o menor altura, sino con gusto, plástica y estilo. No podemos parar los nuevos tiempos, ni podemos vivir anclados en un pasado que no tuvo que ser necesariamente nunca mejor, ni siquiera urbanísticamente hablando, como algunos se han empeñado en hacernos creer en Málaga. ¿Alguien echa de menos el silo? Pues pese a que significaba el hambre y la miseria de la época franquista, hubo quien protestó por su desaparición. Su permanencia hubiera evitado ese Palmeral de las Sorpresas que sorprende al mundo, lo mismo que ahora causa sorpresa que la noria tan contestada permanezca parada y apagada, porque por la noche se había convertido en un símbolo más de Málaga como hemos visto en las impresionantes fotografías que han surcado medio mundo tomadas desde el Paseo de la Farola, el Muelle 1 o desde el mar. Ejemplos tenemos por cientos, con edificios perdidos sin pena ni gloria y otros que no tuvieron la suerte de la protección popular. Lo que no se puede es poner coto a los nuevos tiempos, al desarrollo de una Málaga que durante años estuvo machacada, pero que, justo es decirlo, desde el PGOU de 1983, brillantemente desarrollado por Moreno Peralta, José Seguí y Damián Quero ha tenido un despliegue urbano sin precedentes desde la construcción de calle Larios (para lo que hubo que derribar montón de edificios) o del Parque ganado al mar. El puerto de Málaga tiene una ingente cantidad de metros cuadrados que tienen que formar parte de la 'nueva Málaga' de la segunda década del presente sigo. Lo mismo que la torre del puerto, el proyectado hotel, estoy seguro acabará siendo un 'elemento' nada disonante de la ciudad, porque Málaga tiene como gran virtud y facilidad 'asumir' como propias nuevas obras y edificios, como si hubiesen formado parte de su infraestructura toda la vida, con las lógicas excepciones como ese edificio que sale de mitad del monte en el Paseo de Sancha, claro. La Málaga del futuro no puede permitir que zonas degradadas como Arriola y Espartero se queden tal cual por mantener el exterior de un edificio (La Mundial) que además se respeta en el plan, cuando en su día no hubo ni una alegación en contra de lo proyectado. Los terrenos de Repsol tampoco son ajenos a lo que vamos a dejar para futuras generaciones. Muchos y ambiciosos proyectos que no pueden estar pendientes de dimes y diretes o de intereses particulares. Eso, que hay rumores de que quieren tirar el Teatro Romano para construir la Alcazaba...
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