Hace mucho tiempo que el deporte dejó de ser un sentimiento para convertirse en una necesidad. Obviamente, de índole económica. El calendario de cualquier disciplina es tan exigente por el ingente número de partidos que cada temporada se celebran, y cada vez más al aumentar los torneos y la forma de acceder a ellos. En la vida tiene que haber tiempo para todo, incluso para desconectar del deporte en fechas muy señaladas. Como por ejemplo, estas, la de Semana Santa.
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Atenta contra la moral del forofo programar un Italia-España en un Jueves Santo con la Legión desfilando por las calles de Málaga; Zamarrilla elevando al cielo su plegaria clavada con un puñal en forma de rosa que torna del blanco al rojo pasión; la Esperanza rociando de romero las avenidas del paraíso; Viñeros otorgando caché a calle Carretería; la Santa Cena abriéndose paso con su habitual poderío desde la calle Compañía o el Chiquito enamorando de nuevo al Perchel en su relación eterna. Sin olvidarnos de la Santa Cruz y la Vera-Cruz, que abren y cierran el que dicen que es uno de los días grandes del año, tan grande como el sol que baña el Mediterráneo. Desde luego, el menú no invitaba precisamente a sentarse delante del televisor para ver cómo De Gea le quitaba el puesto a Casillas o comprobar cómo el gol no tiene edad si Aduriz debuta con 35 años. Lo siento por Del Bosque, que protagonizó la imagen del encuentro caído en la banda, con similitudes procesionales, tras tropezar con el juez de línea. Definitivamente, no era una noche para el fútbol.
Pero es que un día después resulta que el Unicaja tiene un intrascendente encuentro europeo en la hoy temerosa Estambul, crisol de culturas y enjambre de dudas por mor del terrorismo. La Euroliga, hoy tan denostada, no respeta el Viernes Santo, bueno ni el miércoles Santo cuando el Laboral Kutxa dejó noqueado al Barça en un apasionante grupo del Top 16, el más igualado y fuerte que se recuerda en años. Además, mientras Madrid huye de la capital para tomar aliento durante tres días ante el frenético ritmo de vida, su equipo de baloncesto se juega en Atenas su continuidad continental. No es baladí al tratarse del actual campeón de Europa.
En determinadas fechas debería estar prohibido hasta el paso del tiempo. Debería detenerse para contemplar la mágica primavera que ha despertado en Málaga con el sol haciendo las delicias del azahar. ¡Qué viernes más esplendoroso como para detenerse ante una canasta, un balón o una portería!
Sumidos en estos días de pasión, nadie felicitará a Kuzminskas porque ayer, frente al Anadolu Efes del añorado Granger, se convirtió en el cuarto máximo anotador histórico del Unicaja en Europa, al superar a dos mitos como Veljko Mrsic y Daniel Santiago, ambos reflejos de dos épocas distintas, pero más exitosas desde luego que la actual. Siempre me quedará la duda del rendimiento del alero lituano en ese equipo de Scariolo que ganó la Copa del Rey un año, al siguiente se llevó la Liga ACB y una temporada después disputó la Final Four. En ese trienio mágico, el báltico hubiera sido un regalo para los ojos, un complemento perfecto en el lujoso plantel del técnico italiano. En cuanto a puntos logrados, Kuzminskas ya solo tiene por delante a Berni Rodríguez, Carlos Cabezas y Fran Vázquez.
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