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La minoría gritona

La intervención de varias espontáneas edulcora la dureza de un pleno histórico que rebautiza al alcalde como 'Francisco de las torres'

Txema Martín

Viernes, 29 de enero 2016, 00:09

El primer contacto íntimo con la democracia local no me ha dejado precisamente con ganas de más. La pretendida solemnidad plomiza que se le da a este tipo de actos se rompe a menudo por el desparpajo de los espontáneos, un género humano que en caso de no existir habría que inventar para edulcorar los plenos del mismo modo que existe el honrado gremio de las plañideras. La primera intervención de la señora que nos alegró el pleno se produjo cuando el alcalde anunció que se le concedería el título de Hijo Predilecto al empresario turístico Manuel Molina, nacido en Málaga «por voluntad de sus padres»:

Alcalde, usted me tiene que explicar quién es este hombre porque va a ser malagueño predilecto y aquí nadie le conoce.

Ya se lo explicaré, señora, ya se lo explicaré.

El alcalde, pleno a pleno, ha desarrollado una indiscutible habilidad para mantener cierta calma durante momentos de tensión, transformado en un profesor de lengua en un instituto de alumnos rebeldes. Otras dos señoras de etnia minoritaria también hicieron acto de presencia con la inconfundible pretensión de montar un pollo, exigiendo una vivienda hasta que Estefanía Martín Palop (PSOE) y Julio Andrade (PP) acompañaron amablemente a las afectadas para atenderlas en los pasillos. Un buen rato después, salieron a la calle razonablemente satisfechas.

Un 'Defensor del árbol'

Durante el debate sobre la cuestión de los terrenos de Repsol, el solar más grande de esta capital de los solares, el alcalde se ganó el sobrenombre de Francisco de las torres por su apuesta por levantar allí unos rascacielos. Su plan se topó con la negativa del resto del pleno, incluido el grupo municipal de Ciudadanos que continúa aquejado de una terrible bipolaridad política que le hace sentirse al mismo tiempo miembro del gobierno y de la oposición. María Gámez recordó que esta era la última oportunidad que tenía la ciudad para tener una auténtica zona verde. El portavoz de Málaga para la Gente, Eduardo Zorrilla, se negaba a que la propuesta del gran bosque se quedara en un mero parquecito para los rascacielos: «Alcalde, sienta el latido del bosque». Entre bromas, reivindicó la figura del Defensor del árbol, una iniciativa que vería con buenos ojos un alumno de La Cónsula al denunciar en su turno de intervención que no sólo la Junta condenado a la escuela al ostracismo, también el Ayuntamiento de Málaga tiene la finca de La Concepción en un lamentable estado de abandono.

Los taxistas, a la gresca

El asunto de los taxistas suscitó el debate el más bronco de este pleno, con acontecimientos propios de una verdulería radical cuando llegó el turno de atender una moción sobre la regulación horaria del sector. Entre gritos, con insultos que daban la vuelta al diccionario y con la sospecha de que tarde o temprano llegarían a las manos se fueron sucediendo intervenciones de diferentes representantes del gremio, cada cual más desalentadora. «Cuando la primera persona utilice el metro para llegar a la Alameda habrá muerto el taxi en Málaga». Aquí el alcalde sí estuvo a punto de perder los nervios «¡el del chándal, cállese ya!» pero también todos los demás: tras cinco horas encerrados moralmente en el salón del Consistorio, el ambiente ya emanaba un olor insoportable a humanidad y municipalismo. Como ven, hay pocas razones para animar a los ciudadanos a participar en esta fiesta.

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