José Antonio Garriga Vela
Sábado, 16 de enero 2016, 00:08
La semana empieza con la noticia de la muerte de David Bowie. Los periódicos señalan que muere a los 69 años, pero él no tenía edad. Me afecta como si nos conociéramos de siempre y en realidad es así, al menos por mi parte. Hay artistas que nos acompañan desde que éramos jóvenes. Salgo a la calle a tomar el aire y despejar ideas. Me encuentro con un amigo que conocí cuando apareció el disco Héroes. Los dos añoramos aquella época. Me dice que sólo recuerda lo que verdaderamente importa, lo demás se olvida. No es alzheimer, subraya, sino cuestión de interés. Le respondo que yo he de hacer un esfuerzo para recordar la película que vi anoche, que olvido títulos y autores de libros que he leído recientemente y me gustaron, que prefiero cambiar de tema de conversación porque todo esto me inquieta. Me dirige una sonrisa cómplice y dice: «¿Una cerveza?». Nos sentamos en la terraza de un bar y brindamos por David Bowie.
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Vuelvo a casa. Me propongo aprovechar al máximo cada instante. Lo he hecho otras veces, pero luego me distraigo con tonterías, quizás las sandeces cotidianas también son importantes para sobrevivir. Hoy vuelvo a tomar la decisión de jubilarme de todos aquellos quehaceres que no me produzcan júbilo, algo que me he propuesto en varias ocasiones y después olvido. El trabajo cansa, aunque según lo que consideremos trabajo. Últimamente paso muchas horas al día sin hacer nada, eso es lo que parece. Me siento al sol, miro el cielo, los aviones, leo a ratos, oigo el silencio, cuido las plantas, doy de comer a los pájaros que me visitan todas las mañanas, apenas hablo, observo, trabajo en lo que disfruto tanto que no me cuesta trabajo. Lo único que no puedo evitar es la invasión del pensamiento, ¿cómo lo podría jubilar?, ¿es que no tiene previsto descansar ni siquiera mientras duermo? ¿Adónde dirigió su última mirada David Bowie y que vio después con los ojos cerrados?
Hoy me da por pensar esas cosas raras que nos atrapan cuando estamos a solas y tenemos tiempo que perder. Lo extraño sería no plantearse la eterna incógnita que nadie ha resuelto. Quiero abandonar la tristeza y festejar que los seres queridos sobreviven en el recuerdo, lo único capaz de vencer a la muerte. Los vemos, están ahí. Me consuela hablar en voz alta. He perdido la vergüenza y no me importa expresar en público los sentimientos más íntimos. Al final, casi nada posee importancia. David Bowie reflejó su propia muerte en el último vídeo Blackstar. Ahora creo que consigo interpretar lo que él pensaba, lo que veía. El día 8 de enero aparece el último álbum y el lunes 11 alcanza la Estrella Negra. El azar no existe, David, tú lo sabes mejor que nadie. Buenas noches.
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