Escogió el Málaga el mejor partido para romper el maleficio de Vallecas. Mató, pues, el equipo de Gracia no dos pájaros de un tiro, sino tres, porque cuando más lo necesitaba estrenó su casillero goleador fuera de casa y, lo que es más importante, el de victorias. Fue un encuentro que podría denominarse rompecrónicas. Miro mis anotaciones de la primera mitad y apenas me sirven como argumentos sólidos para este artículo, como no sea a modo de anécdota, porque el equipo blanquiazul ofreció dos caras muy distintas. Fue de menos (de nada) a más, hasta acabar doblegando a un Rayo Vallecano que hizo honor a su nombre en una primera parte que empezó en sexta velocidad para sorpresa de un rival perdido. Las huestes malaguistas no daban abasto en el achique de agua, tantas eran las brechas abiertas por unos adversarios en estado de gracia.

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Con la victoria de Las Palmas merced a un gol conseguido en hora bruja, a este Málaga bipolar se le ponía muy negro el panorama, pero el fútbol es así de caprichoso. El conjunto de La Rosaleda llevaba solo 10 puntos en la decimotercera jornada. A ello se unía el negro horizonte de dos choques seguidos fuera de casa en medio de la consabida crisis institucional. Dos jornadas después, suma catorce puntos y sale de los puestos de descenso.

Esta vez surtieron el efecto deseado los cambios realizados por Gracia. Las salidas de Charles, que marcó en el primer balón que tocó, y de Recio resultaron providenciales para el Málaga. Recuperó con ellos el conjunto visitante la garra en ataque y la creatividad en la zona media. Sin el centrocampista malagueño, su equipo no tuvo presencia en la cocina del fútbol.

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