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Falta cultura de la calidad

Se echan de menos una serena reflexión y debate sobre los grandes pilares que constituyen la comunidad universitaria, sus retos actuales y su futuro

ANTONIO HEREDIA BAYONA

Sábado, 21 de noviembre 2015, 13:10

Se avecinan unas fechas importantes para el futuro inmediato de la Universidad de Málaga en forma de elecciones para su equipo de gobierno. Es justo reconocer el esfuerzo y dedicación de los candidatos y de sus equipos por su generosidad y valentía prestándose a asumir una labor de gestión. Puede que la complejidad de la institución universitaria y del proceso de gestión no permita mucho más que atender las, a veces, imperiosas demandas de determinados colectivos pero un análisis de la mayoría de esas ideas adolecen, en general, de novedad constituyendo la más de las veces un largo catálogo de propuestas tan obvias que nadie rechazaría. Abundan propuestas futuras formuladas en formas verbales tan ambiguas como misteriosas: se analizará, se estudiará, se llevará a cabo, se fijará, se intensificarán, se apostará . Se echan de menos una serena reflexión y debate sobre los grandes pilares que constituyen la comunidad universitaria, sus retos actuales y su futuro. Sobran propuestas que pueden llegar a ser proyectos pero no se confunda un proyecto con un modelo, con un corpus de referencia que le otorgue un mínimo de personalidad a nuestra Universidad.

Como docente e investigador desde hace más tres décadas tengo la sensación compartida por muchos compañeros que nuestra Universidad se asemeja a una mastodóntica nave que se desplaza a una velocidad insoportablemente lenta, con una compleja y densa organización burocrática. Y puestos también a proponer, propongamos unos minutos de reflexión. Unos minutos de reflexión sobre la esencia de la palabra excelencia que adjetiva a algunos campus, al parecer el nuestro, y que difícilmente se sostiene repasando los medios actuales e instalaciones y un análisis realista de los sobrevalorados objetivos que la fundamentan. Excelencia es la apreciación objetiva de la calidad o singularidad de un trabajo o de quien lo lleva a cabo. Excelencia, no usemos la palabra gratuitamente, como trabajo bien hecho que potencialmente transciende más allá de su contenido. La excelencia institucional como diría George Steiner tiene su aroma, su proximidad palpable. Excelencia en el trabajo diario, empleando una metáfora, es saber estar vitalmente activo y lúcido en la línea de fuego de la docencia e investigación diarias como si de una batalla cotidiana se tratara. La pregunta es: ¿qué hay de excelente en nuestra universidad?

Es necesaria una reflexión sobre la escasa presencia de una cultura de la calidad en nuestra universidad. Una calidad dirigida, en primer lugar, al trato y cuidado para con los estudiantes, de sus aulas, de sus laboratorios, de sus trámites administrativos, de los servicios universitarios, del potencial y necesario voluntariado, de sus relaciones con el profesorado. Urge un código de referencia preciso y directo de buenas prácticas para que ese 90% de población universitaria que supone el alumnado llegue a considerar realmente que la Universidad no es un lugar cualquiera sino un lugar que puede llegar a ser una conquista personal. Proponer algo semejante exigible a los estamentos de profesorado y personal de administración y servicios sería también deseable.

Una reflexión y análisis riguroso y público sobre la calidad real de nuestra investigación (quiénes la hacen, cómo la hacen, qué impacto tiene) que se traduzca en ayudas y facilidades para aquellos profesores e investigadores que realmente sean excelentes. Sin engañosas autocomplacencias. Todos sabemos quiénes son; son pocos, muy pocos. Es preciso, en este sentido, olvidarse de nuevo de la autocomplacencia y evaluar el sentido de la oportunidad y supervivencia de costosos centros satélites de investigación que nos han conducido, entre otras cosas, al delirio de la duplicación de equipamiento científico de muy alto coste. La burbuja científica y tecnológica, el desarrollismo irracional que ha implicado el apuntarse a casi todo, también ha existido en los campus universitarios de nuestro país. Muchos recursos destinados para fines y resultados que aun esperan de una rigurosa evaluación.

Una reflexión también seria sobre la evaluación de la calidad de la docencia del profesorado. Olvidemos de una vez esas encuestas anuales que no resisten ningún análisis pedagógico científico de lo que realmente es una docencia comprometida. Según estas encuestas la media de nuestra Universidad ronda el notable alto, suficiente para colocarnos ficticiamente en el Olimpo de la actividad docente No es, evidentemente, el caso.

Una reflexión, por último, sobre el verdadero sentir de nuestra actividad universitaria. En estos tiempos en los que la especialización y separación de los saberes cobran supremacía y en los que la mercantilización de los grados universitarios y másteres se impone sobre la base de competencias y habilidades tan específicas como a veces fatuas, apostar, trabajar, reflexionar y actuar desde una gobernanza universitaria por una verdadera transversalidad del conocimiento, por una humanización de los grados científicos a la par que una tecnificación de los grados y estudios de arte, de humanidades y de ciencias sociales y jurídicas debe ser una decidida y atrevida apuesta de futuro. Un conocimiento transversal e interdisciplinario fomentado y diseñado por responsables académicos que estén convencidos de que organizar y fomentar seminarios, eventos y encuentros, conferencias, lecturas, trabajos fin de grado y tesis, publicaciones en esa dirección ayudará a formar universitarios y profesionales más creativos, más innovadores, capaces de transcender los hechos y entrenados, es el objetivo final, en una mirada serena de la realidad que nos rodea lo más completa posible. Sería una opción necesaria y un modo de aunar, sin modificar contenidos de grados y másteres, áreas universitarias de cultura, docencia e investigación.

Reflexionemos sobre esta apuesta emergente y no trivialicemos ni minusvaloremos más la institución universitaria. Esta es mucho más grande que la suma de sus integrantes. Y dejemos que la Universidad sea, sobre todo y por encima de todo, como escribió Julián Marías, sinónimo de libertad, libertad de pensar, libertad de contagiar y libertad, finalmente, de ser contagiados.

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