Tiene mérito este Málaga, que con solo cinco tantos a favor lleva nueve puntos, a uno por partido. No hay otro equipo que le saque tanta rentabilidad a sus goles. Con esa media podría lograr la permanencia, ya que con 38 puntos se han salvado varios equipos en las últimas temporadas, pero más vale que mejore la cosecha por si acaso se prolonga la época de vacas flacas o viene otra en cualquier momento. Afrontaba el equipo de Gracia un partido de esos que se denominan finales, dado lo mucho que se jugaba el conjunto de La Rosaleda en este envite frente a un Deportivo que no había perdido fuera de casa.

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El equipo de Martiricos mató dos pájaros de un tiro en el duelo de ayer. A la victoria se unió el descubrimiento de un buen jugador: Tighadouini. El holandés de ascendencia marroquí, que abrió el marcador en el lanzamiento de una falta en el que tuvo a la diosa Fortuna de su parte, demostró unas cualidades que le pueden venir de perillas a este Málaga cuya enfermería está repleta. Pero sobre todas ellas destaca su verticalidad. El delantero no tiene otra cosa entre ceja y ceja que el área rival. Pero como suele suceder que en sus internadas le salen al paso rivales con la intención de arrebatarle el balón, también hace gala de una notable capacidad de regate. Aunque es diestro, no duda en utilizar el pie izquierdo para driblar a los adversarios, lo que lo hace más peligroso aún. El Málaga ha encontrado una perla que puede reportarle grandes beneficios.

El triunfo del conjunto blanquiazul y las cualidades que exhibieron algunos de sus hombres no quita para que a ratos se viera un fútbol de patio de colegio en La Rosaleda. No importa. Era el día de ponerse el mono de trabajo y darle prioridad al triunfo, que buscaron los locales con ahínco desde el pitido inicial y que esta vez no les fue esquivo.

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