Los dos goles del Valencia llegaron en los dos primeros tiros del equipo local entre los tres palos. Con eso está dicho todo, aunque en descargo del conjunto entrenado por Javi Gracia hay que decir que tuvo mala suerte, al producirse sendos desvíos de balón que descolocaron al portero Kameni. Sobre todo en el 1-0, en la falta lanzada por Piatti. El argentino tuvo la fortuna de su lado y vio cómo el esférico rebotaba lo suficiente en Charles como para despistar al portero camerunés. En el segundo tanto de las huestes de Nuno también fue el delantero del Málaga protagonista negativo. En esa ocasión, apenas desvió la pelota, que entró como una exhalación por el palo que debía tener bien cubierto el guardameta. No fue así, y el arquero malaguista vio cómo el balón se colaba en el pequeño hueco que había entre el poste derecho y su cuerpo.

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De lo dicho se deduce que continúa el maleficio del Málaga en Mestalla, un campo en el que siempre le sucede algo al equipo blanquiazul (ayer, de morado). Y aunque no se puede decir que esta vez el árbitro influyera en el resultado, como ha sucedido tantas veces en feudo valencianista, debe quedar constancia -sobre todo, para quien consulte este texto en la hemeroteca dentro de algún tiempo- de que Hernández Hernández le perdonó la expulsión en el minuto 73 a Santi Mina, que golpeó a Pablo en el abdomen cuando tenía tarjeta amarilla. Pero tal y como estuvo ayer el Málaga, no creo que le hubiese sacado partido a la superioridad numérica.

De lo que no tiene culpa el colegiado canario es de que el Málaga no haga daño a balón parado porque su especialista en este tipo de lances, Duda, se empeña en facilitarles la labor a los equipos rivales con balones a media altura fáciles de despejar para los primeros hombres de su retaguardia.

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