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La casita del poeta

Era Gámez Quintana un verdadero 'poeta del pueblo' que no contaba con el respaldo editorial y que se autopublicaba

Francisco Moyano

Martes, 25 de agosto 2015, 12:30

Nunca resultó cómodo. Hoy día es un poeta olvidado, aunque cuente con una calle en Comares, además de una biblioteca pública, y una plaza en Málaga. Miguel Gámez Quintana nació a mitad de la década de los cuarenta en el malagueño barrio de El Palo, pero realmente donde creció fue en La Alquería de Comares. Aseguraba en 1987 que El Palo «era antes el más pobre de los barrios de Málaga y el de los ricos ahora; por eso no puedo vivir en él». Para Gámez Quintana la literatura no era un juego de palabras encaminado a logros estéticos, sino como fin último, independientemente de que llegue o no al público. Concebía la poesía como «problema antes que poema». Los circuitos oficiales y convencionales nunca le aceptaron y el poeta lo sabía: «tampoco yo he querido entrar en el redil; me limito a sobrevivir con mis obras que van directamente del autor al lector». Miguel Gámez Quintana comenzó una vinculación con Marbella en 1972 cuando llegó a la ciudad para trabajar como camarero. Más tarde pasó un tiempo fuera de España. A su regreso retoma la poesía, el teatro y el guión cinematográfico, así como circunstanciales incursiones en el mundo de la interpretación. Abrió en Madrid un 'pub literario' con la denominación de 'La casa del poeta'. Cuando regresó a Málaga se convirtió en lo que hoy se llamaría un 'activista cultural', con iniciativas tan novedosas en aquel momento como una 'convivencia literaria' los últimos jueves de cada mes en la Prisión Provincial. Intentó comprar una casa en su barrio de El Palo pero la carestía inmobiliaria le hizo desistir. Era Gámez Quintana un verdadero 'poeta del pueblo' que no contaba con el respaldo editorial y que se autopublicaba; ediciones que actualmente son libros buscados con verdadera avidez por coleccionistas. Para mantener el contacto más directo posible con los lectores, recorrió la mayoría de las ferias del libro de Andalucía y entre ellas las de Marbella, donde en años como 1986 y 1987 instaló su tenderete (no era una caseta) conocido como 'La casita del poeta'. Se instaló sobre la estructura de lo que sería futuramente un banco recubierto de cerámica en la Alameda, colocando una tienda de lona verde y rodeado de niños y de perros; no venía con ningún expositor o caseta, pero, en cierta forma pertenecía a todas, dada la general aceptación con que contaba. A nadie dejaba en la indiferencia y su influencia en otros poetas y artistas fue decisiva en aquellos años; caso en Marbella del polifacético artista (pintor, escultor, restaurador) Francisco Sánchez Gil. Decía Gámez Quintana que en aquel momento había «una poesía de elite que no quiere unirse al pueblo, sino destacarse, pero con el dinero del pueblo. (.) Es para unos señores colocadísimos, hijos de papá, con dinero, que hacen unos poemas muy bellos pero para que no se entiendan. Mi poesía se entiende, quizá demasiado bien, y por eso es lógico que no me ayuden, ni siquiera los socialistas». En su deambular por toda Andalucía se encontró con dos ciudades donde todas las casetas tuvieron que firmar para que se pudiera instalar; en algunas intentaron cobrarle una tasa, como ocurrió en Marbella, donde le exigían ciento veinticinco pesetas. Respondió que se llevasen alguno de sus libros que costaban trescientas pesetas y así salían ganando. En la feria del libro de 1987, el Ayuntamiento quiso ponerle luz eléctrica pero el poeta declinó el ofrecimiento. Decía Miguel Gámez Quintana: «lo hermoso sería que poetas como yo no tuvieran que existir; que no hiciesen falta mis problemas hechos poemas. Que estuviesen todos los barrios atendidos, no existiesen problemas de raza, de religión. entonces yo no haría versos». Se sentía satisfecho de algo que le habían dicho en una referencia periodística: «podría ser el Miguel Hernández andaluz si le mataban y el Felipe González de la poesía porque prometía mucho en andaluz; sigo prefiriendo la comparación con Miguel Hernández». 'La casita del poeta' de Miguel Gámez Quintana es un episodio digno de ser rescatado del olvido en la ya larga historia de la Feria del Libro de Marbella.

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