Dos errores graves
Juan Antonio Morgado
Domingo, 24 de mayo 2015, 11:55
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Juan Antonio Morgado
Domingo, 24 de mayo 2015, 11:55
Se acabó lo que se daba. El Málaga termina la temporada dejando un sabor agridulce, con derrota y fuera de ese séptimo puesto que tuvo en sus manos la mayor parte de la campaña, y con una ventaja de puntos que se fue diluyendo hasta llevarlo a esa novena plaza que supera lo habitual en este equipo, seamos claros. La temporada ha sido notable. El Málaga logró el objetivo de la permanencia con bastante antelación. Las dos vueltas fueron muy distintas. En la primera se igualó el récord de puntos anterior antes del ecuador de la competición, con 31. Los 19 logrados en la segunda permiten a los críticos acogerse a esta segunda lectura para mostrar su disconformidad.
El cierre de campaña en La Rosaleda podía haber sido una fiesta completa de haber mediado una victoria malaguista. De todas maneras, el club creó un ambiente de celebración con un mosaico gigantesco que formaron los aficionados, motivados ante la posibilidad de vencer al Sevilla, eterno rival del equipo blanquiazul. Del festejo se borró Weligton, precisamente el capitán de la nave. El brasileño dejó a su equipo mermado tras un manotazo a Gameiro. La acción era innecesaria, porque el central había recuperado el balón en una pugna con el francés cerca de la línea de banda. Es decir, que para colmo no había peligro en caso de que el delantero visitante se hubiera llevado la pelota.
La irresponsable actitud de Weligton fue un mazazo para un Málaga que estoy convencido de que podía haberle plantado cara al Sevilla en caso de no haber jugado más de una hora con diez. Está sobrado el fútbol de lances en los que los jugadores actúan sin pensárselo dos veces. Para eso les pagan también, no solo para dejarse llevar por las guerras de nervios en las que se ven inmersos en los partidos. La historia esa de las pulsaciones es un tópico a extinguir en este mundo del balompié.
Pero si grave fue el error de Weligton, no le fue a la zaga el del entrenador, Javi Gracia. Con un central expulsado tardó 32 minutos en meter a otro jugador específico de esa línea. Nada más salir por el túnel de vestuarios el zaguero brasileño cabizbajo y santiguándose, Sergio Sánchez empezó el calentamiento. Pasaron los minutos y el catalán vio cómo llegaba el descanso sin que el técnico requiriera de sus servicios. Había resuelto momentáneamente el preparador pamplonés la papeleta de verse con un central expulsado haciendo bajar al puesto a Camacho, un jugador disciplinado y polivalente donde los haya. Pero lo que hizo Gracia con esa medida fue que el equipo se viera mermado en dos líneas. El maño no puede rendir como Weligton en la zaga, y el centro del campo tampoco fue el mismo sin Camacho.
Solo con el 0-2 en contra se decidió el entrenador malaguista a dar entrada a Sergio Sánchez (pitado por la afición cuando apareció en el césped y cada vez que tocó el balón). Anotó un nuevo gol el Sevilla, pero la presencia del zaguero le devolvió la consistencia a la línea defensiva local e, indirectamente, al centro del campo, con Camacho de nuevo en tareas más acordes con sus cualidades futbolísticas, que son muchas.
Maquilló el resultado el Málaga con dos goles de Javi Guerra, un ariete de los de siempre y al que el equipo blanquiazul echó de menos en los partidos en que no jugó a causa de las lesiones y de las decisiones de su entrenador. Visto ese 2-3 final, quizás le faltó ayer al conjunto de La Rosaleda creerse que podía plantarle cara al Sevilla, incluso jugando más de una hora con diez. Tuvo el Málaga un par de ocasiones para haber inaugurado el marcador en inferioridad, pero ayer fue el día de los ¡uys¡ de Juanmi, que rozó el gol sin suerte.
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