Mucha igualdad, mucha conciliación y muchas gaitas, pero sólo un 5% de los divorcios de Málaga acaban en custodia compartida. El Tribunal Supremo avala la medida, los magistrados de los juzgados de familia la defienden y muchos padres la desean, pero sigue siendo la excepción. ¿Y eso con qué pan se come?
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«¿Antes de divorciarme era un buen padre y ahora ya no lo soy?», se preguntaba, con razón, el presidente de la Asociación de Custodia Compartida en una información publicada esta semana en SUR. Supongo que muchos se lo plantearán antes de darse de narices con un sistema que, en el fondo, cuestiona su capacidad para encargarse de sus hijos si no es 'tutelados' por una mujer. Pues sí, a estas alturas aún estamos así.
Algunas cosas han cambiado, pero otras están igual que cuando empezó 'Cuéntame'. Sigue demasiado arraigada la idea de que sólo las mujeres estamos genéticamente programadas para cuidar de la familia. Y cuando ven a un padre ocupándose de sus hijos le felicitan mucho, como si fuera una proeza. Y luego, si ven a la madre, también le dan la enhorabuena: «Qué suerte tienes, no veas que bien se apaña tu marido con los niños».
La realidad es que si no es de mutuo acuerdo lo más práctico para un padre que quiera ver a sus hijos es acordar con su ex un régimen de visitas más favorable que el que obtendría si se enfrentara a ella ante un juez. Las cifras demuestran que si van a un tribunal tienen las de perder: en la mayor parte de los casos les dan la razón a las madres. Deprimente, pero cierto.
Demasiados prejuicios andan sueltos todavía. Y sí, hay mujeres que utilizan falsas denuncias de malos tratos para castigar a sus ex. Y sí, también hay hombres que piden la custodia compartida para que la separación no les salga tan mal económicamente. Claro, y también hay asesinos sueltos por las calles, pero la mayoría de la gente no lleva un kalashnikov debajo de la parka. Lo normal es que los padres quieran a sus hijos y sigan ejerciendo como tales aunque ya no vivan con la madre. Y eso no es posible hacerlo si lo único que se espera de ellos es que pasen una pensión económica y que los vean un fin de semana de cada dos. Tampoco se puede defender la igualdad y luego pretender que como son las mujeres las que paren a los hijos son las únicas capacitadas para cuidarlos y tienen preferencia.
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Una cosa es la teoría y otra la práctica. Al final se impone lo fácil: dejarse llevar por el espíritu machista imperante y, salvo casos en los que la conducta de la madre clame al cielo, dársela a ella, sin complicarse, porque así se ha hecho toda la vida. Y así nos va.
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