LA TRIBUNA

ARCO, ¿arte contemporáneo?

Entre los factores que explican la crisis actual están la emigración de los talentos creativos hacia las artes digitales y la falta de preparación académica y técnica de gran parte de los pretendidos artistas

IGNACIO SUÁREZ-ZULOAGA

Miércoles, 4 de marzo 2015, 12:26

Como cada año, la Feria ARCO ha ofrecido la posibilidad de tomar el pulso del arte contemporáneo; una muestra sobresaliente en casi todos los sentidos, pero en la que hay poquísimo arte. Conforme se va paseando entre los estands se ven muy pocas de obras que -ya desde lejos- «llaman» al espectador; a las que uno se acerca con el corazón latiendo desbocado, a ritmo legionario. Esas que te dicen a primera vista «soy arte y soy importante», «represento algo trascendente», «soy bella y armónica», «tengo todo lo que hay que tener», «no me descolgarás de tu pared para cambiarme por otra», «algún día un comisario de exposición me reclamará para representar el arte de esta época», «¡cómprame!». Poco, casi ningún 'coup de foudre', que diría un francés.

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En ausencia de enamoramientos plásticos, por los pasillos de la feria se podían encontrar señoras guapísimas y hombres elegantes; alegran la vista con algunas de las mejores creaciones de la Pasarela Cibeles e incluso dan conversación. Pertenecen al 'who's who' de la sociedad española -coleccionistas, artistas, famosos, poderosos, elegantes, arribistas, modelos, periodistas...- e iberoamericana. No solamente porque este año la feria se haya dedicado a Colombia, sino también por la gran cantidad de poderosos americanos que pasan parte del año en Madrid. Además, la política de invitaciones de la Feria ha conseguido atraer a una creciente cantidad de compradores europeos, tanto galeristas como particulares y museólogos. Los estands de marcas de lujo y algunos de los restauradores de moda realzaron el ambiente, pues en sus espacios a ciertas horas se acumulan más visitantes que en los estands de galerías; en animada conversación la gente cuenta lo que le ha ocurrido desde el último encuentro, presume de lo que acaban de comprar, pregunta por una opinión sobre una la obra que está considerando...

¿Y qué está pasando con el arte contemporáneo verdadero? Pues que es muy escaso y por ello caro. Algunas de las galerías más prestigiosas trajeron piezas de importantes firmas, pero se trataba de obras menores; las grandes piezas de los maestros valen millones y hoy en día suelen subastarse; por lo que resultan cada vez más raro ver obras importantes en las galerías. Y las piezas relevantes se suelen vender en el día previo a la inauguración, en las que los coleccionistas más despiertos se cuelan entre los galeristas que todavía están colgando sus cuadros, los ven los primeros y los compran; de ese modo el vendedor tiene asegurada una cantidad que le permite traerse más piezas y negociar tranquilamente el resto. Sí había muchísimas creaciones bonitas, coloristas, decorativas... pero sin emoción. Incluso algunas pocas podían presumir de ser artes decorativas de calidad, pues tienen una buena factura y están bien concebidas y ejecutadas; esto es lo más habitual entre el creciente número de fotografías de gran formato. Se han echado en falta más piezas de forja, cerámica, bronce y piedra; artes en las que la habilidad técnica imprescindible garantiza maestría al autor, y en las propiedades estéticas se planifican con cuidado por la gran dificultad de modificarlas durante el proceso de ejecución.

Hay varios factores que explican la crisis del arte actual. En primer lugar la migración de los talentos creativos hacia las artes digitales: videojuegos, videoarte y cine; prueba de ello es que la galería del portugués Mario Sequeira -dedicada por entero al británico Julian Opie- fuera la más visitada el día de la inauguración. Otra razón es la falta de preparación académica y técnica de gran parte de los pretendidos artistas; hablas con muchos de ellos y te das cuenta lo poco que saben de la historia del arte, les ves trabajar y aprecias procesos creativos simples y rápidos, ves sus apuntes y esquemas preparatorios y aprecias falta de contenido intelectual en lo que quieren hacer, tocas sus materiales y muchos son de poca calidad y durabilidad. No hay pensamiento, falta imaginación, y por ello no generan emoción. En resumen, no son artistas; como mucho, artesanos. Antes del siglo XIX no les habrían aceptado en el gremio ni autorizado a vender. Por eso cada vez más galeristas van aumentando la gesticulación al vender, mencionan en voz baja nombres de coleccionistas de prestigio que ya han comprado ese artista; el artista «contemporáneo» cada vez depende más de las manos del galerista, de su capacidad de convencer del potencial de revalorización de la obra.

Todo esto es muy «contemporáneo». La velocidad que nos embarga, la superficialidad y la vulgaridad generalizada. En sentido positivo, éste año no ha habido tantos artistas-protesta; esos que solo llaman la atención con desagradables provocaciones con las que pretenden «concienciarnos» sobre lo mala que es la guerra y qué políticos les disgustan. En algo vamos mejorando.

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