Rosales, anoche. 
La lupa

NI DE PENALTI

Juan Antonio Morgado

Domingo, 15 de febrero 2015, 01:00

Sigue el Málaga de rebajas en este 2015 en el que no levanta cabeza, con una sola victoria, la cosechada ante el Valencia. De nuevo ofreció la de arena el equipo blanquiazul, que bordó el juego ante el equipo de Nuno, pero que lleva dos encuentros desconocido tras mostrar su mejor cara hace solo dos jornadas. La cuesta de enero se prolonga en este mes de febrero de forma inesperada, pues en teoría los duelos complicados del comienzo de la segunda vuelta tenían que haber terminado ante el Levante. Solo un triunfo podría haber borrado el mal sabor de boca del duelo contra el equipo azulgrana, pero ayer visitó La Rosaleda el mejor Espanyol de los últimos tiempos y tomó al asalto el feudo de Martiricos con más facilidad de la prevista.

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El equipo de Gracia volvió a encajar un gol a balón parado. En esta ocasión, de los denominados psicológicos. De nuevo cometió el conjunto blanquiazul un error en una falta lateral. Fue por culpa de una de las modas de este fútbol venido a menos en el siglo XXI. Los libres indirectos se defienden ahora con los jugadores de ambos equipos colocados a modo de touche de rugby, con los defensas más preocupados de hacer el fuera de juego que de marcar en condiciones a los rivales. Y así pasa lo que pasa. Remate de cabeza.

El Málaga adoleció de claridad de ideas en ataque, a pesar de poner en liza una alineación ofensiva, con cuatro hombres de vanguardia, los tres malagueños de anteriores partidos (Samu, Samu Castillejo y Juanmi) y Amrabat en lugar de Javi Guerra. Tras el fracaso ante el Levante, cambió Gracia al punta, con el mismo resultado que en la jornada anterior: la derrota. El internacional marroquí, que no es el que era, apenas creó peligro y remató su aciaga noche al fallar un penalti en el minuto 84. Le adivinó la intención Casilla porque el atacante malaguista le radió el lanzamiento y entró al trapo del amago del guardameta, que por cierto dejó demasiado atrás la línea de gol en su salida, pero eso ya no lo sancionan los árbitros. Amrabat se mostró poco ágil y fresco en las acciones de ataque, sobre todo en un par de contragolpes que pudieron ser decisivos porque el resultado a la sazón era de 0-0. Pasada la media hora, un buen contraataque no llegó a buen puerto porque el punta malaguista se fue hacia la derecha cuando a su izquierda se encontraba Samu Castillejo desmarcado. Habría sido una jugada de gol o, como mínimo, de mucho peligro. Minutos antes, en otro contragolpe en superioridad, el mismo delantero no tuvo la claridad de ideas suficiente como para pasarle el balón a un compañero; se entretuvo y la jugada se fue al garete.

El Málaga buscó de forma insistente el empate desde que comenzó la segunda mitad, pero los jugadores locales pusieron en liza más corazón que cabeza y prueba de ello es que vieron tres tarjetas en diez minutos fruto de su desmesurado pundonor. El asedio debió tener el premio de un gol como mínimo, y pudo llegar en el citado penalti, pero cuando la bolita no quiere entrar, no hay forma. Todo lo contrario le pasó al Espanyol, que marcó en su primer y único envío entre los tres palos de todo el tiempo reglamentario, porque el segundo llegó en el descuento con el tanto de Sergio García que penalizaba en exceso al voluntarioso conjunto malaguista.

Temíale el que esto escribe a Gil Manzano, un árbitro gafe para el Málaga que ayer señaló un fuera de juego de Juanmi que no era en el minuto 49 en una jugada en la que el coineño se iba solo hacia la portería de Casilla.

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