Goya habló malagueño
Emocionante y emocionado discurso de Antonio Banderas, quien recibió el gran homenaje del cine español.-jobandtalent sigue creciendo.-La imborrable huella del hermano Escobar
PEDRO LUIS GÓMEZ
Domingo, 8 de febrero 2015, 13:27
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PEDRO LUIS GÓMEZ
Domingo, 8 de febrero 2015, 13:27
Cuando emprendí viaje a Madrid me prometí a mi mismo que nunca volvería a Málaga con las manos vacía». Lo cumplió con creces. AntonioBanderas retorna hoy a Málaga con el Goya de Honor y con el homenaje de todo el cine español en una gala en la que se escuchó más acento malagueño que nunca. Además de la máxima distinción del cine patrio, Antonio de la Torre, Dani Rovira, Mercedes León y la argentina residente en nuestra provincia, Victoria Sahores Ripoll, aspiraban al famoso cabezón, como se conoce en el mundo del cine a la magnífica escultura en bronce que se entrega como premio, obra del asturiano José Luis Fernández. Lo que mucha gente no sabe es que laa escultura que se entregó en la primera edición de los Goya fue realizada por el artista malagueño Miguel Ortiz Berrocal, y representaba al pintor aragonés con una cámara de cine, pero a partir de la segunda convocatoria, la Academia decidió encargar una nueva escultura, la que ha llegado a nuestros días.
Volvamos a los premios. Cuando Banderas recibió el premio de manos de Pedro Almodóvar se sintió como pocas veces el carisma y el cariño que el actor malagueño tiene fuera y dentro del mundo del cine español. El auditorio lo premió con una cálida y sonora ovación, larga y entrañable, y entonces apareció la persona. Porque quien habló fue Banderas hombre, no el actor, que además lo hace con unos discursos de categoría. Su intervención fue, exigencias del guión, corta, pero entrañable, emocionante y emocionada, con constantes guiños y recuerdos a Málaga, con Picasso como uno de los personajes más nombrados: «Me prometí que no volvería a Málaga con las manos vacías». Así lo ha hecho. Pero también recordó que todo lo que hacía en Hollywood, donde ha triunfado, «lo hacía pensando cómo se vería en Málaga, cómo lo verían en España». Volvió a dejar claro que su relación con su tierra es innegociable, y también su compromiso personal, para homenajear a su familia, a sus padres, y especialmente, en un guiño literario final muy sentido a su hija Stella del Carmen. Fue un discurso Banderas, con un sesgo personal que se nota en su forma de escribir, y, además, con una magnífica alocución, lo único que es interpretación porque siempre los escribe él, de estilo muy personal, y además con una forma ya reconocida de decir las cosas.
Porque por muchos motivos, empezando por Banderas, terminando por el elenco más que importante de La Isla Mínima y pasando por Antonio de la Torre, Dani Rovira y Mercedes León, pocas veces se oyó hablar con más acento malagueño en la historia del cine español. Noche para el recuerdo y el orgullo, sin duda.
El hermano Escobar
La semana comenzó con una mala noticia, no por esperada menos triste: «El hermano Escobar ha muerto. Se nos ha ido.», comentaba escueto un buen amigo a través de la línea telefónica. El cofundador de la Ciudad de los Niños de Málaga, limosnero de la orden de los Hermanos Obreros de María, el religioso amable que pedía por las calles y sabía hacerlo como nadie para los niños más necesitados, el que nunca ocultaba su sonrisa, esa gran persona ya está con Dios. Seguro que está con Dios, porque otro mejor lugar en el infinito no cabe para quien fue todo un símbolo del apoyo a los que menos tenían y más sufrían en Málaga. Ese hermano Escobar, diminuto, con sus gafas negras de pasta gruesa, su andar rápido y decidido, paseaba con sus niños por las empresas (y por SUR durante muchos años) en vísperas de las navidades para cantar villancicos, y después recogía un dinerito que era «para los reyes y para la cena de Nochebuena». Todo un ejemplo de entrega y de amor a los demás, toda una excelente persona, todo un gran personaje. Málaga debería honrarle de alguna forma con un recuerdo permanente, porque es de justicia, porque siempre nos pasa igual... Quizás porque la Providencia es demasiado exigente con los que le sirven a pies juntillas, los últimos años de su vida no fueron fáciles. No se lo merecía, pero como él dijo una vez, cuando vino a SUR con sus niños para cantarle a la Nochebuena, «no se olvide que el Señor escribe con renglones torcidos, pero son líneas perfectas, maestras». Y entonces, uno, se quedaba mirándolo y admiraba aún más su entrega: «¿Qué hará en Nochebuena, hermano?». «Estar con mis niños, ¿dónde quiere usted que esté mejor?, porque en ningún sitio, se lo juro, podré estar mejor. Ellos son ángeles», contestaba. El hermano Escobar ya no recorrerá nuestras calles. En realidad llevaba ya varios años que no lo hacía, pero ya no estará más cono nosotros. Muchos niños, hoy hombres de provecho, lloran su muerte, porque este mundo no está sobrado de hombres buenos como él... Una noche de mayo de 2002, cuando recibió en nombre de la Ciudad de los Niños de Málaga el premio Malagueño del Año de SUR, preguntaba a todos que «¿por qué este premio...?». María Barranco, que presentaba el acto, se emocionó al ver la reacción de aquel gran hombre de pequeña estatura que recibió el galardón de manos del hoy subdirector de SUR Javier Recio. «¿Dónde estoy ahora? ¿En el cielo?», dijo aquella noche en los Jardines de La Concepción. Hoy sí que estará en los cielos. Si alguien se merece una calle, una avenida, un reconocimiento de Málaga, de esta ciudad que recorrió andando de norte a sur y de este a oeste miles y miles de veces, ese es el hermano Escobar, el fraile de los niños. El hermano ejemplar para miles de chavales desprotegidos y sin hogar, ni padre, ni madre. Dios estará disfrutando con él ahora mismo, y en esos cielos del horizonte infinito, estará pidiendo limosnas como solo él sabía hacerlo. Está en la paz de Dios, seguro.
A ustedes, como siempre, que sean felices, pasen una buena semana y yo con su permiso, que lo disfrute y que lo vea.
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