Ha muerto un sabio del fútbol, pero más que eso fue un amigo, un padre profesional, un maestro no solo para mí, sino para todos los que hemos pasado por este periódico en el último medio siglo. Juan Cortés no solo guardaba en su prodigiosa memoria alineaciones, datos y anécdotas, sino que veía el fútbol como nadie. Sus análisis eran tan acertados como su rapidez a la hora de mandar por correo electrónico a este periódico el texto que se le pedía al final de los partidos de su Málaga. Juan Cortés conseguía que los que lo queríamos supiéramos que él también nos quería sin decírnoslo. Se jubiló en 1994, pero siguió colaborando y visitándonos. Cuando atravesaba el umbral de la Redacción, todos acudíamos no solo para saludarlo y preguntarle por la salud, sino para oír sus mil y una anécdotas contadas con esa gracia solo igualada por su hermano Pacurrón, otro maestro que también nos dejó. Juan forma una alineación de gala en mi vida junto a otros que también fueron y siguen siendo mis maestros, como Pedro Luis Gómez, Manuel Castillo, Joaquín Marín, Francisco Lancha y José Antonio Frías. La visión de futuro de Juan Cortés no se ciñe solo al fútbol (tenía un gran ojo clínico para saber si tal o cual jugador llegaría a figura), sino al periodismo y la vida cotidiana. A finales de los 80 seguía con su fabulosa Historia del Málaga en entregas semanales que se extendieron varios años en nuestro ilusionante Dominical. Cada semana le daba en mano el original escrito a máquina al redactor jefe Pedro Luis Gómez, al que le llevaba 26 años. Un día le dijo con su singular gracejo: «Pedro, a veces me pregunto que, cuando tú te jubiles, a quién le tendré que entregar yo la Historia del Málaga.» A punto estuvo de dar en el clavo...

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