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Cura de humildad

Juan Antonio Morgado

Jueves, 25 de septiembre 2014, 10:10

Le cupo al Málaga el honor de ser el primer equipo en frenar a un Barcelona que empezó la Liga con velocidad de crucero y que ayer sufrió una cura de humildad. Los cuatro primeros rivales del conjunto blaugrana habían sucumbido a la apisonadora puesta en funcionamiento por Luis Enrique. Fue una pena que no llegara el gol, porque a las huestes de Gracia les habría bastado con uno solo para añadir otros dos registros a su cuenta particular, el de ser los primeros en perforar la portería de Bravo y el de romper la racha de cinco victorias consecutivas del Barcelona en esta plaza.

Javi Gracia se sumó a la moda. El de ayer no era el partido del Málaga, como se dice ahora. La liga del equipo blanquiazul no está en la galaxia de los primeros puestos, sino en la más mundana de la mitad de la tabla. Y por eso el técnico navarro les dio descanso a Santa Cruz, Luis Alberto, Juanmi y Horta (este, ni siquiera fue convocado). Entraron en su lugar Duda, Juanpi (qué trabajo me cuesta escribir n antes de p), Samu Castillejo y Amrabat. El holandés fue por primera vez titular esta campaña. Los canteranos Samu Castillejo y Juanpi fueron por primera vez titulares, pero el equipo no acusó en absoluto la bisoñez de estos chavales, que no se arredraron ante semejante constelación de estrellas. Sobre todo el segundo, se fajó como un veterano frente a los Busquets, Iniesta y Messi. Lejos de amilanarse, se enfrentó con limpieza y gallardía a los internacionales azulgrana.

El Málaga se hizo acreedor a la victoria, por ocasiones, compromiso y calidad de sus jugadores, que no tuvieron nada que envidiarles a los rivales. Por cierto, el Barcelona echó de menos a Xavi, otro timón del conjunto catalán y que ayer no salió siquiera en la segunda parte, cuando su equipo necesitaba un cambio de rumbo. Con Messi en otro mundo, los hombres de Luis Enrique carecieron del punch habitual. El argentino solo apareció en el minuto 83, cuando se fue de dos rivales junto a la línea de fondo y a punto estuvo de armarla. El resto del tiempo se dedicó a vagar por el terreno de juego. Poco más hizo Iniesta, muy alejado del área y sin sitio.

El Barcelona, que no tiró entre los tres palos, ejerció un dominio infructuoso la mayoría del tiempo, pero el Málaga juntó las líneas y se replegó con una disciplina a prueba de bomba. Todos a una. En la segunda mitad creyó el equipo de Gracia más en sus posibilidades y empezó a plantearse que podía ganar. Pudo llegar el gol del triunfo en dos ocasiones claras: la primera, en el minuto 68, mediante un derechazo alto y cruzado de Rosales que salió rozando el poste derecho de la portería de Bravo, y la segunda, en una falta cercana a la línea de fondo que lanzó magistralmente Luis Alberto y que rechazó con tantos apuros Bravo que el balón dio en el poste derecho y salió. Pudo haber entrado parte del cuero, pero no su totalidad.

El conjunto azulgrana, que sufre cuando el rival termina al completo, sin expulsados, quiso buscarle las cosquillas al Málaga por la vía extradeportiva. Pero a Piqué no le salió bien la jugada. Intentó provocar a Weligton y le salió el tiro por la culata. El árbitro, salomónico, amonestó a ambos centrales. Por cierto, los dos conjuntos terminaron con parecido número de faltas, cuando lo habitual es que el equipo pequeño se encomiende más a las infracciones para frenar al grande. El Barcelona no ejerció ayer como tal. Fue un grupo vulgar, lento, sin soluciones ante el sabio planteamiento de Gracia.

El Málaga, que sacó un punto frente a un rival que estaba acostumbrado a dejarlo sin botín, mató dos pájaros de un tiro, porque viajará a Getafe con algunos titulares descansados. Esa sí es su liga.

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