Condenado a trasnochar

En la época de las libertades y la democracia, el sistema de asignación de horarios para los partidos es lo más arbitrario del mundo. Hay equipos que juegan a los tres días de haber disputado el anterior encuentro y otros que se benefician con cinco días de descanso. Por no hablar de las horas a las que se disputan los encuentros, las cuatro de la tarde o las diez de la noche. Ninguna de ellas es hora de fútbol en España, que no tiene el mismo clima que el Reino Unido, por poner un ejemplo, y donde juegan a las tres de la tarde y los campos se llenan. El Málaga es el más perjudicado por el caprichoso dedo de los rectores de la Liga de Fútbol Profesional, organismo que en teoría decide cuándo juega cada equipo, aunque quien en realidad manda en este asunto es la televisión. Por no se sabe qué caprichoso designio, el equipo blanquiazul va a disputar siete de sus primeros once partidos de Liga a las diez de la noche, una hora muy televisiva, pero que fastidia a los futbolistas, sobre todo cuando juegan fuera y tienen que regresar de madrugada. Pero los más perjudicados por la tardía hora son los aficionados. Sobre todo en derbis regionales, en los que los estadios pueden convertirse en una fiesta por la afluencia de masas de seguidores visitantes. Lejos de pensar en ellos, los que designan fecha y hora de los partidos parecen hacerlo adrede para fastidiar. Eso sucede con el Málaga-Granada, fijado para el 3 de octubre a las 10 de la noche, y el Córdoba-Málaga, el 18 del mismo mes y a idéntica hora. Olvidan los sesudos dirigentes futbolísticos que quien mantiene en pie este tinglado son los aficionados. Ya se han quejado, pero su opinión no cuenta. Alguien está matando la gallina de los huevos de oro.