El mundo está loco. Se decía mucho en los 50 y los 60. La guerra de Vietnam, los incidentes bélicos del Congo, la guerra de Corea, la Primavera de Praga, los enfrentamientos indo-paquistaníes y muchos más. La dureza de la Guerra Fría y sus riesgos. En el mundo todo ha cambiado o quizá todo sigue igual, aunque cambien escenarios y protagonistas, las guerras se suceden, los atentados y los terroristas mantienen su actividad y son actualidad informativa. Los cinco continentes son -o han sido- lugar de amenazas, enfrentamiento y muerte. Durante mucho tiempo, tras la terrible II Guerra Mundial, Europa, la 'civilizada' Europa, pareció quedar fuera de esos peligros pero la guerra de Yugoslavia nos trajo a la realidad y al horror, hoy Ucrania y algunas de sus fronteras. Nadie queda fuera de nuestra naturaleza colectiva y nuestra a veces escondida capacidad para el mal, ningún país, ningún grupo. Llevamos miles de años persiguiéndonos unos a otros por ser de religión distinta, de distinta cultura o de diferente sistema político. Hoy, en medio de la Guerra de Gaza, donde algunas escuelas y otros enclaves de sorprendente y bastante perversa elección son base de lanzamiento de misiles y por tanto objetivo militar, la contienda es objeto de atención, solidaridad y juicio mediático basado en cuatros flash informativos más o menos incompletos y hasta sesgados. Y es que ninguna guerra es justa, mueren inocentes y nada puede justificar ese sufrimiento. También mueren muchos en Siria a manos de la violencia del propio estado y en Irak avanza el grupo yihadista denominado 'estado islámico' tomando ciudades, arrasando por completo las de mayoría cristiana y, en cualquier caso, matando o sometiendo y persiguiendo sistemáticamente a los cristianos. Quizá las guerras no hay tanto que juzgarlas como poner los instrumentos para pararlas.
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Hacer un inventario de la violencia de estos o cualquiera otros momentos lleva mucho más espacio del que se puede disponer en esta columna. Siempre ha sido así y sería un impresionante logro que un día deje de serlo. Aún está reciente el secuestro por el grupo 'Boco Haram' de 219 niñas cristianas en Nigeria, aunque casi las hemos olvidado. Sus secuestradores indicaron que las obligarían a convertirse al Islam y después las venderían como esclavas. Las niñas no han vuelto, que se sepa escaparon 63 de ellas, y sí se ha prohibido en Nigeria cualquier manifestación de protesta por el rapto «para no politizar el asunto», ya que habrá elecciones presidenciales en el próximo febrero...
Ante la violencia y la guerra es inevitable que nos impresionen unas y otras queramos olvidarlas. No acostumbramos a llevar en la cabeza todos los conflictos del mundo, ni siquiera la mayoría. Tras interesarnos y manifestar nuestro malestar, solidaridad o acusación, frente a unos y otros, solemos continuar con nuestras vidas aunque los problemas sigan. A veces, cuando los medios informativos apagan su acento en éste o aquel punto, tranquilizamos nuestras conciencias e intentamos pensar que el asunto se ha zanjado o ya es menor. Puede que ya nos hayamos aburrido y tres tuits y alguna firma nos haya confortado suficientemente. En casi todo momento tener y dejar clara una actitud compasiva y benéfica nos ayuda a continuar y limpia nuestra imagen en el espejo. Pero no siempre es así, también podemos mantener y exhibir actitudes más mezquinas que desentendernos o el propio olvido. Estos días cuestionar el traslado a España en avión medicalizado de la Fuerza Aérea militar al misionero Miguel Pajares, discutir acerca de si debiera o no haber sido rescatado o criticar que sea el Estado quien corre con los gastos, también nos retrata. Una buena muestra de que somos capaces de ser y sentir lo peor, la miseria, el egoísmo, los prejuicios y la intolerancia. Quizá finalmente no seamos mejores que en otros lugares. Que el Estado se haga cargo de dos españoles enfermos y abandonados a su suerte debiera ser un mensaje que a todos nos tendría que satisfacer, a cualquiera de nosotros podría ocurrirnos, entonces lo comprenderíamos, claro. Hay cosas que, aunque se digan mucho, no son razonables, no son deseables y no deben ser sostenidas.
No es fácil saber cómo y qué instrumentos hay que poner en juego para conseguir la paz, tampoco cuando se logra hay una receta para mantenerla, pero hay que ir en su busca porque mientras haya violencia todos estaremos amenazados. Tampoco vale la pasividad o inacción, el bombardeo limitado de aviones estadounidenses a efectivos armados del llamado Estado Islámico mientras amenazan con bombardear ciudades enteras es seguramente un mal necesario, oportuno y la menos mala de las respuestas. Nadie está a salvo por completo ni de la guerra ni del fanatismo o miseria moral propios y ajenos. Lo vivimos una y otra vez con los atentados terroristas, para ellos no hay fronteras. Huéspedes temporales de este mundo, debiéramos pasar por aquí mejorando algunas situaciones, legando más inteligencia y mejores sentimientos para los que vengan. Somos capaces de casi todo.
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