Los aficionados del Málaga se habrán hecho ya el cuerpo. Sí, a quedarse sin Caballero. Es posible que algunos de ellos sean los dos mil menos que han renovado sus abonos. La plantilla blanquiazul pierde efectivos a marchas forzadas. «Está usted dando por hecha la salida del portero argentino, cuando todavía no es oficial», puede argumentar alguien y estaría en todo su derecho. Pero en este caso, en el que se junta el hambre con las ganas de comer, la suerte está echada. Willy es objeto de deseo de varios equipos, pero sobre todo del Manchester City, y caerá como fruta madura. El ídolo de la hinchada malaguista está ante la oportunidad de firmar el último gran contrato de su vida, y encima podrá disputar de nuevo la Liga de Campeones. Y al Málaga no le amarga el dulce de unos ingresos con los que engrosar sus arcas y destinar algo a los jugadores que quiere contratar. La única baza que les queda a los dirigentes del club de Martiricos es la habilidad negociadora para no malvender a su buque insignia. Porque ya sabemos cómo se las gasta el club en el que ahora está el exentrenador malaguista Manuel Pellegrini. Para el que no lo recuerde, el año pasado ya quiso llevarse a Caballero, y a Isco en el mismo paquete, por 21 millones. Menos mal que el malaguismo del joven talento de Benalmádena lo llevó a decantarse por el club que más dinero le reportara al equipo que lo sacó del anonimato; si no, se hubieran salido los listos con la suya. Por cierto, Caballero es muy bueno, pero no hay nadie imprescindible, y Kameni es un gran portero.

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Fue bonito mientras duró. Los seguidores blanquiazules de la segunda década del siglo XXI han podido disfrutar de uno de los mejores porteros de la historia del Málaga. Que les quiten lo bailao.

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