El socialismo andaluz se ha parapetado en el fetiche retórico de la neutralidad ante el proceso electoral del partido, donde ya parecen destacarse dos candidaturas, Madina y Sánchez. La neutralidad activa se ha convertido en uno de esos caramelitos verbales de la corrección política que sirven para dulcificar la realidad, tipo daños colaterales, con el que se denomina a los militares muertos por el fuego de su propio ejército, o flexibilización laboral para el trabajo precario. De esa pasta está hecha la expresión neutralidad activa, cuyo significado, sobre todo en el socialismo español de estos años, exactamente es neutralidad ni de coña. Una delicatessen.
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Susana Díaz está educada en la neutralidad activa de la escuela andaluza. Pepegriñán es el divulgador de ese concepto de Gramsci, por supuesto vaciado de contenido. Ante el duelo Rubalcaba vs Chacón para hacerse con los mandos del postzapaterismo, el padrino de Susana proclamó su neutralidad activa justo antes de volcarse a favor de Chacón a calzón quitado, eso sí, guardando las formas de cara a la galería. En eso consiste la neutralidad activa: ni una mala palabra, ni una buena acción. La propia Susana Díaz ya lanzó su carrera arrolladora en otro proceso neutral donde sólo ella manejaba el censo de militantes con el apoyo neutral de todos los secretarios neutrales de las ocho taifas, de modo que se convirtió en candidata única. Otro caso memorable de neutralidad activa.
La presidenta andaluza sin duda cree, como Romanones, que hay neutralidades que matan. Desde el momento en que ella renunció a presentar batalla, comenzó su propia campaña. Antes de hacerlo, por supuesto ha proclamado su neutralidad, o sea, que va a ir a degüello bajo cuerda. El plan obvio es pactar, promover un candidato y usarlo para madurar su estrategia de futuro. Ni siquiera se ha lavado las manos como Pilatos antes de crucificar a Madina. Lo suyo ha sido como aquello de Du Guesclin en el duelo entre Enrique II de Trastámara y Pedro I, donde el mercenario se declaró neutral pero ayudó a Enrique II a matar a su hermano, ya que cobraba de él: «ni quito ni pongo rey pero sirvo a mi señor». Lo de Susana va por ahí: «ni quito ni pongo candidato, pero sirvo a mi peón». Llámenlo Sánchez.
Nada nuevo pero ¿se supone que este es el proceso para regenerar el Partido Socialista? Muchos parecen resistirse a aceptar que están en una situación realmente crítica; y que las viejas formas ya no valen. Pero no confían en la sociedad, tampoco en el militante, y por eso le pastorean el voto. La estabilidad de Andalucía, bajo control socialista de nuevo, ha animado a Susana Díaz a la susanidad activa: maniobrar para evitar que las bases puedan llegar a creerse la milonga de la neutralidad y votar con criterio propio. Acabáramos.
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