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LA REPÚBLICA DE FELIPE VI

Si el objetivo era una democracia próspera, el Rey no tiene mal balance a pesar de su mala década final

Teodoro León Gross

Jueves, 12 de junio 2014, 12:45

El debate sobre la Monarquía, efervescente desde la abdicación del Rey, se ha derivado al debate de la democracia. Ayer reapareció en el Congreso con la izquierda y el nacionalismo. Pero poner en contradicción Monarquía y Democracia es una premisa pedestre y además ridículamente irreal. Estos días se ha insistido sobradamente en algo obvio: algunos de los países más prósperos y libres del mundo, como Dinamarca o Reino Unido, son monarquías; y algunos de los más degradados son repúblicas como Congo o Corea. O viceversa. El modelo de Estado no es un salvoconducto a la democracia. Manipular a la gente con la fórmula monarquía ? democracia o república = democracia parece burdo. De hecho en rankings de calidad democrática como TI, o de Desarrollo Humano, destacan los países con Jefes de Estado de sangre azul: Noruega, Nueva Zelanda, Suecia, Holanda, Japón, Australia... Mal argumento para desacreditar la monarquía.

Hay otra obviedad incómoda: España ha disfrutado de sus mejores años de democracia, libertad y prosperidad, bajo el reinado de Juan Carlos I. Eso es algo objetivo, no un alegato sentimental. Como dice Fusi, en 1931 la corona era el problema; en 1975, la solución. Aunque el republicanismo sea para nosotros un sentimiento generacional poderoso, lo apasionante es que la Monarquía se abrió paso entre una derecha vertebrada por un régimen militar, que detestaba a la familia real, desde don Juan al hijo, y vio con estupor la operación Suárez o legalizar el PCE; y una izquierda igualmente antimonárquica con la referencia deformada de la IIª República. Frente a ese ADN hostil en la nación, la Corona progresó con inteligencia y mesura. Si el objetivo era una democracia próspera, el Rey no tiene mal balance a pesar de su mala década final. Más hay que demandar a los partidos antirreformistas por la partitocracia y la justicia de mala calidad.

Como razona Philip Pettit, autor reputado de Republicanism: a theory of freedom and government, «el republicanismo no es antimonárquico». Eso es algo que algunos no llegan a entender. Hoy republicanismo no remite a no tener monarca, porque estos ya no son antidemócratas; sino en definitiva, como señala Pettit, a que el país disfrute de democracia, libertad, igualdad, cuya máxima expresión, según el índice Gini, es la monarquía sueca. Por ahí va el genuino sentimiento republicano. Pettit incluso sugería, al visitar España, la ventaja de sustituir republicanism por civicism o ciudadanismo: la defensa de los derechos cívicos, algo en lo que España ha progresado formidablemente bajo este reinado. De hecho, antes que la sucesión, parece inquietante la exuberancia de muchos antimonárquicos contra la legalidad. Hoy por hoy un republicanismo real, no simbólico, seguramente apoyará a Felipe VI, aunque reclamando que se legitime día a día sin ver la corona como un cheque en blanco.

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