El Rey ha abdicado y los vecinos de calle Carretería están arreglando la calle. Una vez me mudé a Granada y la primera mañana una señora llamó a la puerta y me dijo: los lunes te toca a ti fregar la escalera. Ya apenas se ven trozos de acera mojados, limpios, recién fregada la parte de mundo que le corresponde a una familia, ese IBI transmitido de generación en generación. Ahora se paga porque nos limpien y fíjate tú. El centro es un gran parque temático de la hostelería y luce limpio, pero un poco más allá, en Carretería, los vecinos deciden organizarse a la antigua y concluir que como no se ocupen ellos imagínate cómo estará la calle en unos meses. El Rey abdica y un poco más al centro de calle Carretería se llena una plaza de gente clamando por una república. Lo ideal sería que nombrásemos a Felipe presidente de la Tercera República. La perfecta solución intermedia, perfectamente democrática: unas primarias a las que sólo se presente él, ¿nunca se ha visto algo así?, o unas primarias a las que se presente cualquiera y las ganaría él porque es un español así como poco español, más bien tirando a danés, noruego, incluso holandés. Un dedazo constitucional y que sea presidente de todos los españoles, ¿nunca hemos visto algo parecido?, y que su sucesor sí que tenga que salir de las urnas, como Houdini (urnini), y asunto arreglado a medio plazo, tantas prisas. Felipe es olímpico y sabe idiomas. Nosotros no somos olímpicos pero tenemos campos de fútbol de césped artificial (porque aquí sólo llueve el sábado pasado) y, lo que son las cosas, nos negamos a que nuestros hijos jueguen un partido en un campo de tierra. Hacemos deporte, algo, y vamos aprendiendo idiomas a trompicones, si encontramos una plaza en la Escuela Oficial, difícilmente, a ver si los vecinos de calle Carretería montan una nueva escuela de idiomas y apoyan una pizarra en la muralla musulmana.
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Los vecinos de Carretería no están apedreando los camiones de Limasa que pasan de largo, que hieren sus madrugadas machacando la basura de los contenedores, la inmundicia que los propios vecinos han generado y que se les atraganta desde el contenedor. No apalean barrenderos ni dan palizas a grafiteros. Los vecinos de Carretería son antisistemas pacíficos, y mientras apoyamos la figura de Felipe de Borbón (otra reforma de la Constitución debería acabar con el de su nombre) como presidente del gobierno, tendríamos que sacar las fregonas a la calle, fregar la basura que generamos, mejorar nuestra parcela asquerosita aunque pensemos globalmente. Aprender de los vecinos de Carretería, esa república a la que alguien debería devolver los impuestos pagados para la limpieza de otras plazas que ayer se llenaron de banderas tricolor tricotrá.
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