La señora tiene el pelo cuajado de caracolillos naranjas como la montura de sus gafas de pasta. Espera paciente a cierta distancia, en silencio y atenta, pero José Antonio nunca baja la guardia, así que detiene una vez más su charla, se gira y pregunta ... en qué puede ayudarla. Entonces la señora pregunta con cierto apuro por la interrupción si tienen el último libro de Ken Follet. José Antonio lo tiene, como toda la librería, en la cabeza, y con un movimiento de karateca pausado lo saca de la balda. Un tocho de setecientas y pico páginas encuadernado en tapa dura. La señora abraza el libro como a un peluche y se va caminando hacia la caja, en realidad, hacia la cola de la caja, porque hay media docena de clientes esta mañana en la Librería Luces. «Esto es una anomalía...», comparte José Antonio Ruiz, librero de Luces, a la que sigue entrando gente por la puerta de la Alameda Principal y por la de la calle Trinidad Grund, donde va creciendo otra cola de lectores esperando a que llegue a Javier Sierra para que les firme un libro. Y todavía queda una hora para la cita.
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Cuenta José Antonio que la gente está leyendo «como nunca», que además se llevan «muchos libros buenos de pequeñas editoriales», que las ventas se parecen a las del año pasado y repite de todo aquello le parece una «anomalía». Porque después de nueve meses con la nube negra encima de la cabeza resulta que lo extraño es la alegría, que la felicidad, o al menos cierta esperanza, se ha convertido en esa anomalía de la que habla José Antonio.
Pero el caso es que sigue entrando gente a Luces y hace un rato, en el CAC Málaga, también había un buen puñadito de visitantes, quizá para acercarse a conocer la obra de Miki Leal y llevarse puesto un chute de entusiasmo, como el que trae V cada tarde subiendo las escaleras del colegio, antes de recoger a M de la guardería. En el coche, camino a casa esa misma tarde, V ha aprendido el significado de la palabra 'víspera', porque al día siguiente es su cumpleaños. Y ahí estamos nosotros, cantando en el salón de casa con guirnaldas y globos de colores y los abuelos en las pantallas de los teléfonos móviles. A nosotros, que hemos celebrado cumpleaños infantiles dignos de narcotraficantes, este año nos sobran tres cuartos de la tarta más pequeña que venden en Guijarro y los dedos de la otra mano para contar los asistentes sin rozar un grupo burbuja.
Y al final, esa burbuja de feliz anomalía ha soportado casi todo el día, desde que V se levantó una hora antes de lo habitual porque el sueño no le sujetaba el entusiasmo hasta caer de noche rendidos. Desde las vídeo llamadas hasta la bandeja de entrada, donde Isabel Bono se asoma puntual cada año sin falta ni Facebook:
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creo recordar que hoy cumple años
8, quizá?
muchos me parecen
tal vez sean 7
sean los que sean
toda la felicidad para ella
y para ti
disfrutadlos mucho
un abrazo verdadero.
Le respondo que cumple seis y aprovecho para decirle que V y M están comestibles, que cuando se trata de ellos apenas llegan las palabras. Claro que para eso tenemos a Isabel:
la belleza tiene dos nombres
tres, si cuentas la palabra
amor
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