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IRMA CUESTA
Miércoles, 29 de mayo 2019, 00:53
Hace sólo una semana, minutos antes de abrir la puerta grande de Las Ventas, el torero peruano Roca Rey se acercó al tendido desde el que Juan Carlos I veía la corrida. Cojeando a consecuencia del revolcón que le acababa de propinar el astado, el ... diestro llegó hasta donde estaba el Rey emérito y le dijo: «Majestad, es un honor brindarle la muerte de este toro. Va por usted, por los países taurinos, sus tradiciones y su juventud». A ninguna de las 23.000 almas que abarrotaban la plaza le extrañó el gesto. Hace tiempo que los aficionados encontraron en don Juan Carlos al mejor de los aliados en la pugna que libran los defensores y los detractores de la fiesta. De hecho, el próximo domingo, el día que su retirada de la vida pública se hará efectiva, presidirá en Aranjuez la corrida de homenaje a su madre, doña María de las Mercedes, con Morante, El Juli y Manzanares en el cartel. Un fin de ciclo perfecto, aseguran sus amigos, para alguien que a lo largo de su vida ha disfrutado de los toros casi tanto como lo ha hecho de la vela, otra de sus grandes pasiones.
Dicen quienes le conocen que el Rey emérito –además de odiar con todas sus fuerzas que lo llamen así– hace cinco años que instaló su trono en el mar. Para alguien que aprendió a navegar cuando era solo un niño con su padre, don Juan de Borbón, que fue olímpico en Múnich 72 y que ha regateado todos los veranos en aguas de Mallorca, era de esperar que encontrara en él uno de sus refugios cuando llegara la hora de la jubilación. «El mar es la libertad», le confesaba hace unos meses al periodista Quino Petit. Renovada su pasión por las regatas tras la abdicación, ha pasado desde entonces buena parte de su tiempo libre surcando las rías gallegas a la caña del último prototipo de la saga 'Bribón', un velero de la clase Seis Metros. Competitivo hasta la médula, en septiembre de 2017 se convirtió, a los 79 años, en campeón del mundo con su tripulación en Vancouver (Canadá).
En su entorno alaban su coraje. Sólo con una dosis extra de arrojo puede alguien como él, al que sus problemas físicos hace tiempo que apenas le permiten caminar con dificultad apoyado en un bastón, alcanzar a su edad un éxito deportivo semejante. Dicen también que al 'jefe' –así lo llama su tripulación– le horroriza acabar, como le ocurrió a su madre, en una silla de ruedas, y que es por eso por lo que se niega a dejarse vencer por el dolor. Últimamente es un problema en la piel –un carcinoma basocelular que le ha obligado a volver a pasar por el quirófano– lo que le tiene preocupado, por más que sus íntimos aseguren que esa no ha sido la razón de su despedida.
La realidad es que en estos últimos cinco años no ha parado. Incondicional en la temporada taurina y fiel a las regatas, don Juan Carlos se ha dejado ver en el GP de Fórmula 1 de Bahréin, en las instalaciones del GP de México o en la casa Lamborghini de Bolonia (Italia), en partidos de fútbol y carreras de motos... Se ha desplazado en multitud de ocasiones al País Vasco para disfrutar de la cocina de Martín Berasategui, Arzak o Pedro Subijana; una pasión, la gastronomía, que comparte con su hija Elena, habitual acompañante tanto en cualquier evento taurino como en los templos del comer.
Y es que estos últimos años le han permitido estrechar lazos con sus hijas y nietos. Don Juan Carlos ha viajado a Ginebra en varias ocasiones para arropar a la infanta Cristina tras la entrada en prisión, hace casi un año, de su marido, Iñaki Urdangarin, por su implicación en el caso Nóos. Se le ha visto animar a su nieto Pablo Nicolás Urdangarin como un espectador más en partidos de balonmano, y acompañar a Froilán Marichalar en el circuito de motos de Jerez. Pero lo que más ha llamado la atención en estos últimos meses ha sido su acercamiento a la reina Sofía, de quien llevaba tiempo muy distanciado. Si hacemos caso a las imágenes más recientes, la tensión entre ellos parece haberse evaporado.
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