El bautismo este viernes del 41º congreso federal del PSOE, en una Sevilla con calidez primaveral, reunió a un millar de delegados en el palacio de congresos bajo el paradójico protagonismo de dos ausentes: Juan Lobato, empujado a dimitir por el aparato de Ferraz ... tras registrar la envenenada acta notarial que apunta a los presuntos manejos de La Moncloa -con la Fiscalía en el trasfondo- contra Isabel Díaz Ayuso; y un Pedro Sánchez sometido a «ataques de manera vil» que no aparecerá hasta hoy en el cónclave en el que los suyos volverán a encomendarse a él, esta vez en plena vorágine de investigaciones judiciales en contra. Sonaba bajo la carpa habilitada como restaurante el 'What a wonderful world' de Louis Armstrong mientras el tercer foco de atención de la gran cita socialista, Santos Cerdán, recorría móvil en mano la alfombra roja tendida por todo el recinto para glosar el lema de 'España adelanta por la izquierda'. No había fiesta, sin embargo, para ese animal herido que parece el primer partido del Gobierno este otoño infernal.
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La testifical de Lobato ante el Tribunal Supremo confirió a su obligado mutis más relevancia de la que seguramente habría adquirido su presencia, que ya se daba casi por amortizada antes de que reventara su visita al notario y se destapara que el candidato a intentar esta vez poner orden en la belicosa federación madrileña es el ministro Óscar López. O lo que es lo mismo, el jefe de Pilar Sánchez Acera, quien ha visto proyectarse sobre sus reservados y comprometidos mensajes con el líder caído una luminosidad que deja corta la navideña. La jefa de Gabinete de López cruzaba también la colorista y festiva alfombra roja, ella con cara de circunstancias, mientras recibía gestos de ánimo. El Supremo la espera, según todas las apuestas después de que el juez se haya hecho con el móvil de Lobato.
Santos Cerdán fue quien denunció el «vil» hostigamiento que sufre el otro ausente este viernes, el presidente Sánchez, en una comparecencia ante los medios junto a María Jesús Montero en la que ambos tuvieron que responder a las inevitables preguntas sobre el exsecretario general del PSOE-M y sobre «la 'bunkerización'» del partido resultante del cónclave sevillano. «Polémica, ninguna; debate, mucho», quiso zanjar la vicepresidenta primera, quien reivindicó la capacidad de «diálogo» de la dirección con las federaciones -con ecos de descontento en varias de ellas- gracias a ese «magnífico secretario de Organización» que es, ensalzó, Cerdán.
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Nadie dudaba sobre la alfombra roja sevillana de que el número tres de los socialistas, negociador de Sánchez con Carles Puigdemont, es poco menos que intocable. No le han hecho mella ni las acusaciones de ser el brazo ejecutor de la voluntad de Ferraz sobre la de algunas organizaciones territoriales -el más nítido al respecto fue en su momento el barón castellanoleonés Luis Tudanca, el único junto a Emiliano García-Page y Javier Lambán que han dado mimos públicos a Lobato y con su futuro también en el alero- ni el señalamiento de Víctor de Aldama por cobrar supuestas mordidas de la 'trama Ábalos-Koldo'. Todo es «barro». Barro moldeado por el PP. Ya por la tarde, en la sala Ágora del congreso, José Luis Rodríguez Zapatero se afanaba, una vez más, en insuflar brío y esperanza a los suyos, que respondieron con voces de 'Mazón, dimisión' a su recuerdo a las víctimas de la DANA. Al rato, el hilo musical revivió el 'Pedro' de la Carrá. Pero no había baile en la alfombra roja.
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