El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, está dispuesto a morir matando. El líder de Junts confirmó este sábado que regresará para la investidura, la última bala que le queda para intentar reventar el posible acuerdo entre el PSC y ERC para elegir al frente ... de la Generalitat a Salvador Illa, a su juicio «la versión más españolista» de los socialistas catalanes.
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Hacía semanas que Junts alimentaba el retorno del expresidente, que rompió su silencio para ratificar que volverá si hay pleno de investidura «caiga quien caiga». Es decir, amenaza con dinamitar el pacto que negocian socialistas y republicanos, amaga con tumbar al Gobierno de Sánchez y da por asumido que puede ser detenido. Se mostró desafiante, al exigir a Pedro Sánchez y al fiscal general del Estado que eviten su detención «ilegal y arbitraria».
En plenas negociaciones entre los socialistas y republicanos, que podrían cerrar un acuerdo en los contados días que restan de julio, según el plazo que fijó ERC, Puigdemont desplegó este sábado sus cartas en un acto en Francia a una veintena de kilómetros de la frontera. Cargó toda la presión sobre ERC, que está por ver si se atreve a investir a Illa con el expresidente encarcelado por los que llama golpistas de la «toga y la puñeta» y a los que comparó con quienes en 1981 dieron un golpe con «tricornio y metralleta». Y cargó toda la presión también sobre las bases de ERC, que tendrán la última palabra en la decisión sobre el eventual acuerdo.
Puigdemont llamó a los suyos a «rearmarse» y «removilizarse». Su entrada a prisión y en un clima de activación política y emocional puede influir en la consulta que Esquerra celebrará entre sus bases si media un pacto basado en avances en la soberanía fiscal. Puede hacer temblar el pulso a algún diputado republicano ante la perspectiva de apretar el botón del escaño para investir a Illa. Puede condicionar a la dirección de ERC que intenta marcar perfil propio pero no puede abstraerse de las llamadas a la unidad que le llegan del movimiento independentista. Y, en cuarto lugar, puede conminar al presidente del Parlament, Josep Rull, de Junts, a intentar suspender el pleno de investidura. La estrategia de Puigdemont pasa por intentar hacer descarrilar la investidura y convertir su detención en el primer acto de campaña de las próximas elecciones, que ya prometió que hará desde Cataluña aunque la decisión no es de él, sino del Supremo.
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En el acto para celebrar el cuarto aniversario de Junts, el líder nacionalista se dio un baño de masas ante más de 2.500 personas en Els Banys i Palaldà y escenificó que está listo para cruzar la frontera, en cuanto haya fumata blanca entre socialistas y republicanos. «No podemos ceder a la rebelión», afirmó. «Mi obligación es estar en el Parlament si hay pleno de investidura», aseguró. «Solo un golpe de estado me lo impedirá», dijo.
El dirigente nacionalista soñaba con un retorno triunfal, que le permitiera ser restituido como presidente de la Generalitat. Ansiaba cerrar el círculo tras siete años huido en Waterloo, después de ser destituido cuando declaró la independencia de manera unilateral. Pero las urnas no refrendaron su estrategia. Ganó el PSC y el independentismo perdió la mayoría absoluta.
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Si ERC cierra un acuerdo con el PSC y los republicanos, en plena crisis interna, apoyan la elección de Illa, Junts quedará en una posición secundaria. Puigdemont intentará evitarlo, pero pase lo que pase en el Parlament, seguirá siendo una pieza clave de la legislatura española. La «hostia», en palabras del ministro Urtasun, que le ha propinado esta semana al Gobierno tumbando en el Congreso la reforma de la ley de extranjería y la senda de déficit la víspera de la reunión Sánchez-Aragonès fue un anticipo de lo que puede hacer a partir de ahora.
Los postconvergentes siempre han dicho que no son socios de nadie y que si respaldaron la investidura de Sánchez fue por la amnistía. La elección de Illa puede suponer para el Gobierno perder el apoyo de Junts. En cualquier caso, no se espera que el descontento de Puigdemont llegue hasta el punto de apoyar una moción de censura del PP contra el presidente.
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