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Las elecciones no se ganan por los extremos. La hemorragia de votos tampoco se cierra emulando a Vox. En el PP afrontan el 10-N con varias lecciones aprendidas. Equivocarse está permitido. Repetir un error cuando las circunstancias políticas te ponen una segunda oportunidad entre ... tus manos sería imperdonable. El destino, en ocasiones, reivindica su espacio. En el caso de Pablo Casado pasa por la centralidad. El líder del PP está en disposición de borrar lo que fue un bautismo amargo. El 28 de abril logró solo 66 diputados en las elecciones generales. Muchos se aventuraron a darle por cadáver político. En menos de dos meses, puede estar sellando su entrada en La Moncloa. No lo llamen realismo mágico, llámenlo política española.
Para que Casado logre sus objetivos en la repesca, había que abrir en canal la estrategia de las anterior campaña y crear un campo de energía político nuevo. O, más bien, retornar al que al PP tradicionalmente le ha dado sus mejores resultados. Hay un PP aséptico, en el buen sentido, que presume de parecerse mucho a lo que es España y sus ciudadanos. Ese partido que se erige como un valor seguro, que nunca falla en materias como la gestión de la economía y la interpretación de la unidad nacional como un concepto que no da lugar estridencias estilizadas. Y Casado lo dibujó este viernes en Alhaurín el Grande, donde encabezó el tradicional acto de arranque del curso político que celebra el PP de Málaga todos los años. Como era de esperar, quedó fuertemente marcado por la inminente repetición electoral.
Hay que ir, mejor dicho, recurrir al PP, para desbloquear una situación provocada tozudamente por el actual presidente en funciones, Pedro Sánchez, que solo piensa y toma decisiones con la calculadora electoral. Esta fue una de la primeras conclusiones que dejó Casado durante su discurso ante un auditorio, en el salón de actos del restaurante El Mirador, en Alhaurín el Grande, en el que estuvo arropado por todos los grandes paquebotes del partido a nivel andaluz. El presidente de la Junta, Juanma Moreno, y el consejero de la Presidencia, Elías Bendodo, asistieron desde la primera fila a la puesta en escena de un Casado renovado. El candidato del PP al Gobierno de España tiene muy interiorizado que necesita una campaña y retórica diferente a la del 28-A. «El PP es la fuerza tranquila y centrada», reiteró por ello en varias ocasiones. Casado, como orador experimentando, no tuvo problemas en ejecutar su discurso en función de su intención de marcar de ir a intervenciones más pausadas, sin elevar mucho el tono y caer en el cliché mitinero. En ese sentido iba pormenorizando su intervención, tocando materias como la bajada de impuestos o la gestión económica del país. «Tenemos que llegar a tiempo, antes de que este enfriamiento se convierta en una pulmonía», dijo en alusión a la posible recesión económica en ciernes.
Luego volvió a insistir en su perfil de candidato que viene a ocupar el centro del tablero político. «Ser moderado es tratar al otro con respeto», añadió, además, que él si tiene la virtud de llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas. «Lo hemos demostrado aquí en Andalucía, mediando entre dos partidos que no se querían sentar en una misma mesa», abundó. Los siguientes compases de su discurso estuvieron centrados en redondo y en exclusiva en Sánchez, al que culpó de «la actual situación de ingobernabilidad». «Es el único responsable de llevar al país a unas nuevas elecciones que nadie quiere porque piensa que le pueden dar un rédito electoral», explicó. El líder del PP se presentó, en este sentido, como la única alternativa frente a un Sánchez incapaz de llegar a acuerdos con nadie.
En el mismo aliento, denunció el acuerdo de gobernabilidad al que ha llegado el PSOE en Navarra: «Yo no podría mirar a los ojos a la familia de Martín Carpena, después de pactar con Bildu», aseguró. Un sentimiento de rechazo que luego hizo extensible a los cargos socialistas que han perdido sus vidas a manos del terrorismo etarra. Fue la única alusión, no obstante, a la banda terrorista, cuando en abril aún formaba parte central del argumentario oficial. Con el fracaso de la investidura aún reciente, Casado advirtió de que «no hay buscar salidas por la izquierda» y apeló al electorado cabreado para que encuentre ahora refugio en el PP.
El reparto de golpes y críticas se centró exclusivamente en Sánchez. En su camino a La Moncloa, a Casado le basta con asestar al actual presidente en funciones. Albert Rivera y Santiago Abascal no sumaron ni una mención. En la dispersión del voto de la derecha está el triunfo de la izquierda. A falta de saber administrarlo. Casado lo sabe y por ello terminó remarcando que el voto de derecha y centroderecha hay que aglutinarlo en torno al PP.
Moreno le tomó el relevo a Casado y en su discurso pidió un «apoyo masivo» para el líder de su partido. El presidente de la Junta, en un tono más entusiasta, vaticinó que «Pablo Casado va a ser el próximo presidente del Gobierno porque Andalucía y España se merecen a un presidente con un proyecto de futuro».
Por su parte, Bendodo subrayó que «el PP es el partido de la estabilidad y la responsabilidad», antes de que la alcaldesa de Alhaurín el Grande, Antonia Ledesma, cerrara la ronda de intervenciones. El consejero de Salud, Jesús Aguirre, la consejera de Agricultura, Carmen Crespo, y la consejera de Fomento, Marifrán Carazo, entre otros, también se desplazaron hasta Alhaurín el Grande.
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