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Burguera
Valencia
Domingo, 29 de diciembre 2024, 00:10
A Carlos Mazón la legislatura se le puso cuesta arriba el 29 de octubre. El día que la riada se llevó la vida de -hasta el momento- 223 personas, el presidente de la Generalitat vio esfumarse la comodidad institucional de la que venía disfrutando hasta ... ese momento. La misma comodidad que un mes y medio antes, entre el 18 y el 20 de septiembre, le había permitido solventar su primer debate de política general con un discurso de más de tres horas y todos los juegos florales que consideró oportunos, máxime teniendo en cuenta la asfixia económica endémica que arrastra la Generalitat y la falta de implicación del Gobierno de Sánchez con una comunidad en la que los socialistas habían perdido el poder.
La legislatura transcurría, así, tranquila. Ni siquiera se había visto alterada por la ruptura de Vox. Hasta parecía que le había venido bien al dirigente popular. Así lo decían las encuestas publicadas a principios de octubre -qué ironía y qué pérdida de dinero vistas a día de hoy-. El PP valenciano, el de Mazón, ya veía en el horizonte la mayoría absoluta. Crecían los escaños de su partido, mientras Vox resistía, el PSPV aguantaba como podía y Compromís se desangraba.
Todo ese escenario saltó por los aires el 29 de octubre, el fatídico día de la dana, el de ese Cecopi que comenzó a las 17.00 horas sin la presencia del jefe de la Generalitat que sí que apareció casi dos horas después, tras una comida con la periodista Maribel Vilaplana a la que ofreció sin éxito la dirección de À Punt, la televisión autonómica. El de esa alarma enviada a las 20.12 horas que pretendía avisar de la inminente rotura de la presa de Forata, cuando media provincia de Valencia ya estaba anegada por la inundación que bajaba por el barranco del Poyo, ese del que la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) no dijo ni una palabra. Aquel dramático día lo cambió todo. Mazón tuvo que sustituir a dos de sus consejeras, Salomé Pradas y Nuria Montes, achicharradas la una por una gestión ineficaz y la otra por unas inoportunas declaraciones, ofensivas para los familiares de las víctimas. Mazón, como el PP valenciano, como todo su Ejecutivo en estado de shock, se ha dedicado desde entonces a resistir la enorme presión que trata de convertirlo en el único responsable.
Dos manifestaciones multitudinarias y toda la maquinaria de Moncloa en su contra. Y, además, el fuego amigo desde la dirección del PP en Génova, que no ha dado la espalda a su barón pero exigiéndole -lo hizo Alberto Núñez Feijóo antes que nadie- resultados en la reconstrucción para intentar recobrar la confianza perdida en la ciudadanía. Mazón ha acusado el golpe, es indudable. «Es humano», dice su entorno. No ha pensando en abandonar, se asegura, pero lleva muy mal el cambio de tono al que obliga la dana.
El president está decidido a resistir, comienza a sentir el ánimo de su partido y pretende «salir de la cueva». Ha asumido errores. Ahora se trata de sostener un nuevo discurso, el que hace referencia a que fue el Gobierno de Sánchez el que no actuó a la vista de la magnitud de la tragedia. El presidente valenciano aguanta sin haber leído el 'Manual de resistencia' de Sánchez, pero aplicando la misma filosofía. Las prisas de algunos por darlo por muerto pueden ser su salvación.
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